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Voto de Juan Marey:
9
Drama Un samurai sale adelante haciendo globos de papel pero un buen día su vida da un giro cuando es perseguido debido a un altercado en el que se involucra por casualidad. La película está considerada como una de las mejores de Sadao Yamanaka y una de las más plausibles del cine japonés. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sadao Yamanaka fue uno de los mayores talentos surgidos del cine japonés anterior a la II Guerra Mundial. Su filmografía está marcada por una doble tragedia: su inesperada muerte en el frente chino, cuando todavía no había cumplido los 30 años de edad, y la destrucción casi total de su obra principalmente a causa de la guerra. Tan sólo tres de las veinticuatro películas que rodó en apenas siete años de carrera lograron sobrevivir a los bombardeos, los incendios y la degradación producto del tiempo. Pese a todo, su legado seguiría vivo en las imágenes de otros realizadores influenciados por su obra, así como en los modismos del género que le encumbró y a cuyo desarrollo contribuyó de forma decisiva: el drama de época o jidai-geki de tono realista, que de la mano de Yamanaka alcanzaría una de sus cotas más altas en “Humanidad y globos de papel”.

La estudiada disposición de los elementos contenidos en cuadro, la articulación del espacio por medio del corte, el punto de vista bajo de la cámara y el empleo de primeros planos de objetos a modo de “naturalezas muertas” (esos omnipresentes globos de papel, alegoría de la existencia efímera y desamparada de los protagonistas) nos permite reconocer su impronta en el imaginario del maestro Ozu. Pero sobre todo, nos hace soñar con la grandeza de ese cine que pudo haber sido y que, por desgracia, nos fue arrebatado con su prematura desaparición.

Una de las características que más me gusta del cine Yamanaka es el tratamiento que le da a sus historias, cuyo tono aparentemente modesto y ligero pueden llevar a engaño. Tras unos argumentos que evitan grandes conflictos se esconden reflexiones o ideas más profundas, pero sin llegar a nunca a hacerlas explícitas, sino de forma más sutil y poética dejando que sea el espectador el que sepa leer más allá. Consigue algo tan sumamente complejo como hacer de la sencillez una vía a la reflexión, de emocionar con muy poco, sin necesidad de hacer énfasis en el drama, sino más bien con el cuidado que pone a sus personajes. Son películas en que a menudo es tan importante lo que vemos como lo que se omite y debemos sobreentender.

Una película sutil y llena de sensibilidad, de ésas cuya grandeza puede escapársele a uno de las manos inicialmente y que conviene visionar apreciando sus detalles. Una de las grandes obras del cine japonés clásico.
Juan Marey
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