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Voto de Juan Marey:
10
Drama. Romance Jean y Juliette contraen matrimonio y emprenden su viaje de bodas a bordo de L'Atalante, una barcaza de la cual Jean es capitán. Junto con el marinero Père Jules y un joven cabinero, la pareja navega por los canales cercanos al Sena. El largo viaje resulta aburrido para Juliette, quien ansía conocer la Ciudad de la luz. Jean cumple entonces el deseo de su joven esposa y la lleva a París. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carrera de Jean Vigo como director fue una de las más breves de la historia, sólo cuatro películas, cuyo tiempo total no sobrepasa los 200 minutos, constituyen su obra completa, pero la importancia de su cine ha sobrepasado la indiferencia inicial, convirtiendo a su creador en uno de los directores más influyentes del siglo XX. Situémonos en diciembre de 1933, Vigo inicia el rodaje de “L’Atalante”, su obra póstuma, obra que el director no llegará a ver nunca estrenada a causa una tuberculosis crónica de la que fallecerá en octubre de 1934 a la edad de 29 años, apenas seis meses antes, el primer montaje de la película había sido menospreciado por los distribuidores que calificaron la obra como “confusa, incoherente, estrafalaria, aburrida, inverosímil e inútil” al tiempo que la acusaban de regodearse “en la fealdad y en la vulgaridad”, entre otras lindezas; en septiembre del mismo año, con Vigo ya postrado definitivamente en la cama en la que fallecería poco después, la productora Gaumont estrena una versión adulterada del original que, además de reducir su metraje y alterar el montaje de algunas secuencias, substituye la melodía original de Maurice Jaubert por una canción de moda de la época, “Le Chaland qui passe”, que servirá como nuevo título de la película. No será hasta 1940, con el reestreno de la película con el título original y, sobretodo, hasta la aparición de una copia finalmente restaurada en 1990, que la obra original de Jean Vigo (o su versión más fiel, cuando menos) llegará a las pantallas como la obra maestra que hoy en día conocemos, sin lugar a dudas, una de las películas más bellas y personales de la historia del cinematógrafo.

Cuando rodó la película Vigo no era consciente del lugar que ocuparía en la historia del cine, como ya hemos comentado, tenía sólo veintinueve años y le quedaban pocos meses de vida, de modo que rodó su primer largometraje como si fuera el último, pese a ello, nada hay en la película de enfermizo, grave o testamentario, es inútil buscar en ella un atisbo de autocompasión, un rasgo que indique rabia o tristeza por el hecho de tener que dejar prematuramente el mundo, muy al contrario, las imágenes de “L’Atalante” rebosan amor por la vida, un sentimiento que corre parejo al gozo y libertad exultantes con las que el director se expresa.

Como las obras más audaces de los primeros años del sonoro, rodadas en distintos países por Dreyer, Epstein, Barnet o Fejös, la de Vigo se caracteriza por una deliberada pobreza argumental. Decir que “L’Atalante” es la historia de los tres tripulantes de una barcaza es casi una petulancia, ya que las biografías de los personajes –Juliette (Dita Parlo), su joven esposo Jean (Jean Dasté) y el veterano pére Jules (Michel Simon)– importan más bien poco, son sus miradas, gestos y movimientos los que guían a Vigo, atento a todo aquello que carece de importancia, pero que, por insignificante, superfluo y ordinario, confiere espesor y sentido a la existencia. Vigo nos ofrece una obra repleta de imágenes de extraordinaria potencia poética para narrar la historia de amor entre el capitán Jean (Jean Dasté) y la joven Juliette (Dita Parlo) a bordo de l’Atalante en su recorrido por el rio Sena, una poesía que no es nunca gratuita ni meramente esteticista, sino que sirve para expresar con imágenes los diferentes (y a menudo contradictorios) estados de ánimo de los dos amantes: su deseo y su pasión, pero también sus temores, sus dudas y sus desencuentros.

Una conmovedora y delicada historia de amor, una de las mejores películas románticas de la historia del cine. Ojalá Vigo hubiera vivido más años, viendo esta maravilla, cabe preguntarse a qué cimas habría llegado Vigo si hubiera conservado la vida, pero, sobre todo, adónde habría llegado el cine si la muerte no le hubiera arrebatado a Jean Vigo.
Juan Marey
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