Todos los años elijo aquellas películas que más me han ido gustando y, el año que está a punto de acabar, no iba a ser una excepción. Empiezo a echar la vista atrás a todas las grandes y pequeñas producciones que han pasado ante mis ojos y comienzo a seleccionar aquellas diez que más impacto me han dejado. Pues bien, os puedo garantizar que ‘Malos tiempos en el Royale’ estará, seguramente, muy arriba en el top.

Escrita y dirigida por Drew Goddard y brillantemente orquestada por la música de Michael Giacchino, estamos ante un rebuscado thriller repleto de crímenes y humor negro que está dividido en diversos episodios que nos harán entender, poco a poco, lo que está sucediendo en tan curioso paraje.

Goddard sitúa el hotel Royale como el gran eje sobre el que se sujeta el film, creando una atmósfera muy particular y manteniéndote enganchado durante todo el abrumador metraje (casi dos horas y media de las que sobran, como mucho cinco o seis minutillos). La acción transcurre a finales de los años sesenta, haciendo que la trama gane en matices y aproveche un pequeño MacGuffin. Porque la cinta, en sí, es también una oda a los amantes del cine y podemos encontrar pequeñas referencias cinéfilas, a parte de un aire tarantiniano que me enamoró por completo.

El relato criminal transcurre con la lentitud apropiada para que el espectador se sienta atraído por lo que ve en pantalla. Cuando las cartas se vayan poniendo encima de la mesa, el trabajo de los actores luce a las mil maravillas con tan carismáticos personajes. Todos guardan un secreto que les ha llevado a aquel lugar, y todos tienen sus momentos de gloria para lucirse: el sacerdote Jeff Bridges, la voz de Cynthia Erivo, la frialdad de Dakota Johnson, la chulería y desparpajo de Chris Hemsworth, el buen hacer de Jon Hamm…

‘Malos tiempos en el Royale’ es el must see de finales de año. Cinéfilos, olvidaos de los blockbusters de turno, es el film que estabais esperando.

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