Después del nefasto recuerdo que dejó su predecesora, sinceramente, creí que la saga estaba muerta y enterrada hasta que algún director con cierto nombre o que fuese desenvuelto en el género familiar volviese a encargarse de esto. Pero estaba equivocado porque unos añitos después se encargó esta secuela directa a video con un nuevo niño, nuevos ladrones y los mismos errores que se cometieron en la tercera entrega, pero ahora peor.

Aparte de que el niño me ha parecido muy, pero que muy insoportable, la película deja pasar por alto uno de los elementos que podría ser más estimulantes y novedosos: la tecnología. El nuevo «Kevin» se va con su padre a vivir a la casa de la novia de este que resulta ser inmensamente rica y con una casa súper-inteligente. Como es lógico, es una casa objetivo de ladrones que esperarán a recibir su merecido por el crío. Pero en vez de sacar partido a eso, volvemos por los fueros de siempre que, como os mencionaba, están mucho menos currados que anteriormente.

Además, todo tiene tufillo a «directa a televisión» que tira para atrás. Se nota que se han gastado bastante poco en hacerla y que, además, no le han puesto ninguna gana.

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