Sin entrar a valorar un libro que no he leído y no tengo intención alguna de leer una vez visto de que va todo el fenómeno que envuelve a ‘Cincuenta Sombras de Grey’, entramos a valorar cinematográficamente una película hecha con la intención de sacarte el dinero como sea y aprovechar el filón que tiene una de las sagas literarias que más vende actualmente. Sólo así se entienden decisiones de casting tan poco acertadas, una dirección sumamente plana y la vergüenza ajena que uno acaba sintiendo tras el visionado de la cinta.

Empezamos hablando del guión de la película, dispuesto a entrar en faena desde el minuto uno para así poder mostrar escenas de lo que los americanos consideran “alto voltaje” (estos cogen cualquier película de la Maribel Verdú de los 90 y quedarían escandalizados). Esta decisión me indica que, los responsables de la película, creen que has leído el libro, lo que suma otro error garrafal. Así, la introducción de los personajes se antoja como nefasta, con un primer encuentro entre los protagonistas precipitado, que arruina el arranque. Apenas nos dan dos pinceladas por aquí y por allá (ella es periodista, él no es gay) y ya entramos en materia. Y tampoco conoceremos mucho más de ella, si el misterio a descubrir es él en las próximas películas.

Lo cual nos lleva al segundo error: el casting, con Dakota Johnson y Jamie Dornan (Marcia Gay Harden, ¿qué rayos haces aquí?). Dakota Johnson está en orgasmo continuado durante toda la película. Como he mencionado, el problema del guión hace que quede inmediatamente enamorada de Grey, no hay ni siquiera un proceso de seducción ni un coqueteo previo, o quizás si lo ha habido durante la entrevista pero ni me he enterado. Esto, hace que Dakota esté muy perdida. La chica lo da todo (su personaje es absolutamente detestable e idiota como para empatizar con ella) y se atreve a salir desnuda en más de una escena, pero no acierta.

Christian Grey: algo así como un multimillonario (no sabemos de dónde ha sacado la pasta, si es un genio, si es cosa de sus padres… ¡nada!) que esconde un secreto (no, no es Batman), es interpretado por Jamie Dornan, que escoje afrontar su personaje como si fuese tremendamente “intenso”. Dornan no da el pego como “dominante”, es más, da la sensación de blandito. Está mejor que su compañera de reparto, pero no pega ni con cola en todo esto.

La dirección de Sam Taylor-Johnson tampoco ayuda, siendo muy plana y lineal, poco arriesgada con los planos y me atrevería a decir que hasta repetitiva. El montaje, aderezado con éxitos de canciones bastante comerciales hacen que la película de más sensación de moda pasajera (como sucedió con ‘Crepúsculo’), una película de la que nadie se acordará pasados unos años.

Si fuese vosotros, me ahorraría el precio de la entrada.

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