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Voto de Hitchcock10:
9
Romance. Drama Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy de vez en cuando hay películas que conectan con lo más profundo de nosotros y nos sacuden ineluctablemente. 'Carol' es una de estas películas. Rodada con un primor estético que apabulla, esta obra maestra es deudora sin ambages de aquellos melodramas sirkianos poblados de estallidos de pasión y lágrimas, de amores que luchan contra obstáculos sociales –'Solo el cielo lo sabe'- y de tramas de desapariciones y secretos no revelados –'Obsesión', 'Imitación a la vida'- que crean una suerte de suspense que intensifica el componente emocional de la historia.

Este elemento de intriga entronca además con la literatura de Patricia Highsmith -autora de la novela original- y está de algún modo presente en la película de Todd Haynes mediante una línea argumental de trasfondo con demanda judicial y espionaje incluidos que aporta aún más incertidumbre al ya de por sí azaroso romance entre las dos protagonistas.

Junto con los códigos sirkianos, la gran seña de identidad de 'Carol' es el aspecto visual, con unos suntuosos diseño de producción y fotografía que sobrecogen por su belleza y una exagerada atención al detalle que ya caracterizaba a la también aclamada 'Lejos del cielo', el único título de Todd Haynes que un servidor había visto hasta ahora. La evolución de una a otra es, sin embargo, evidente. Aquel esteticismo vacuo y de cartón piedra de 'Lejos del cielo' ha dado paso en 'Carol' a un atildamiento de exquisita estilización. Lo que entonces deslumbraba pero no emocionaba (lo que le sucede a la reciente y sobrevalorada 'El renacido') ahora está depurado, no parece impostado ni una caricatura de los melodramas de Douglas Sirk. No por ello da Haynes un giro hacia el minimalismo. Muy al contrario, todo sigue siendo abrumador, pero rezuma elegancia, autenticidad y está al servicio de unas emociones a las que potencia y sublima.

Porque las emociones son lo importante en una película como esta. Como decía el maestro Sirk, al que Haynes ahora no imita mal sino que reinterpreta: “El melodrama produce ante todo emociones, más que acciones. Sin embargo, la emoción es una acción en nuestro interior”.

Efectivamente, 'Carol' provoca en el espectador ese tipo de acción interna al no ser vistosa pero yerta, sino una obra que late. Una obra en la que la acumulación de ingredientes (cada plano, cada detalle de la puesta en escena) no es abigarrada sino planificada con mimo para emocionarnos a paso lento pero sin remedio. Una cáfila de elementos que van componiendo un poema visual tan denso que a veces transita peligrosamente al borde del ensimismamiento y por tanto del estancamiento.

Poema que embelesa y cautiva nuestros sentidos, 'Carol' es también una oda a la sensualidad que se siente y se palpa. Una topografía del deseo en la que lo sensitivo está siempre presente a través del olfato (esa colonia que Carol da a oler a Therese en su cuello), tacto (caricias y más caricias), vista (la cámara tras la que se parapeta Therese para observar el mundo), oído (esa partitura al piano…) o gusto (Carol saboreando el desnudo torso de Therese de arriba debajo y de abajo a arriba).

Y qué decir de las actrices. Cate Blanchett está magnética encarnando al personaje que da título a la película, una mujer valiente pero atrapada en un conflicto de difícil salida. Y si que Blanchett es una pedazo de actriz nadie lo duda a estas alturas, que Rooney Mara es otra maravilla tampoco debería cuestionarse ya. Había mostrado sus credenciales en 'Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres' y 'Efectos secundarios', filmes en los que su capacidad para transmitir fragilidad – en contraste con su o fiereza o maldad- era un factor clave en su interpretación. Aquí esa vulnerabilidad se manifiesta en cada mirada y en cada gesto y hace que los momentos de desazón o de dolorosa determinación de este “ángel caído del espacio” partan el alma. No me sorprende que ganase el premio a la mejor actriz en Cannes superando incluso a su propia compañera de reparto.

Ambas son el corazón y la carne de una película evidentemente femenina y feminista (no por casualidad la autora de la novela y la guionista que la adapta son mujeres) en la que los respectivos cornudos masculinos -sin desmerecer las actuaciones de Kyle Chandler y Jake Lacy- funcionan como personajes marginales.

En cuanto a Sarah Paulson, tras haber disfrutado de ella en varios papeles secundarios en la gran pantalla en los últimos años ('Martha Marcy May Marlene', 'Mud' y '12 años de esclavitud') me ilusionaba la perspectiva de verla brillar en esta película y… ¡el director la desaprovecha con un personaje sin chicha al que no da ni un primer plano en condiciones! Encima del montaje final quedó eliminada una dicen que poderosa escena con Rooney Mara. Para mear y no echar gota. Vive Dios que no pararé hasta ver el talento de la Paulson reconocido y convertir a todos mis amigos en fans de 'American Horror Story', donde ella sencillamente resplandece.

Es mi único reproche a Todd Haynes, al que perdono porque todo lo demás en esta película es una gozada para las emociones y para los sentidos. Porque ha creado este señor una obra elegante, sensual y vibrante que envuelve, embriaga y desgarra. Una obra de una delicada exuberancia visual, de virtuoso esmero y de sentimientos a flor de piel. Porque yo también quiero que alguien al posarle mi mano en su hombro cierre los ojos abrumado por tanto amor. Porque, sin perder nunca su cálida sofisticación, 'Carol' se toca. 'Carol' se siente. 'Carol' duele.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hitchcock10
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