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España España · Antequera (Malaga)
Voto de Glanton:
10
Acción. Drama. Thriller Popeye Doyle, un rudo policía de Nueva York, llega a Marsella con la intención de capturar a Charnier, un peligroso y escurridizo traficante de heroína que opera desde Francia. Tiene el deber de colaborar con la policía local, pero su carácter impetuoso lo empuja a actuar por su cuenta. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2013
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagino que todos sabréis ya de qué va ésta saga, y si no lo sabéis os hago un resumen muy breve: un policía llamado Jimmy Doyle vive obsesionado con dar caza a su archienemigo, un traficante de drogas llamado Charnier. FIN
Un argumento simple pero tremendamente eficaz, especialmente si se pone en manos de dos monstruos como Willian Friedkin y John Frankenheimer, quienes dirigieron la original y su secuela respectivamente.
Todo podría haber quedado en otro thriller setentero más, pero ambos directores supieron darle a las dos entregas un tono cinema vérité que las dotaba de un estilo muy particular, realista y verosímil.

Dicho ésto ¿con cuál de las dos me quedo? Pues ambas me parecen obras maestras, pero la segunda consiguió que me diesen ganas de aplaudir llegado cierto momento. Y no sólo eso, sino que creo que resulta menos monótona que la original, ya que hay elementos que la hacen algo más interesante y emocionante, y repito, la original me parece una película de diez.

Para empezar, creo que Gene Hackman borda su papel en la secuela, entre otras cosas por su magistral interpretación de un yonqui cuando es enganchado a la heroína contra su voluntad.
Empieza como el típico yonqui que quiere más y más, y termina como el también típico yonqui con mono que intenta desintoxicarse. En ambas facetas Hackman lo hace tan bien que da miedo, y si a ésto le sumamos el estilo sucio y realista de la película, toda la parte en la que el protagonista es convertido en un adicto y su posterior recuperación resulta de un dramatismo que roza lo perturbador.

Otro aspecto interesante del film es la sensación claustrofóbica que se consigue transmitir al espectador usando el desconocimiento del idioma por parte del protagonista.
Efectivamente, Jimmy Doyle está en Francia y no tiene ni pajolera idea de francés, por lo que está limitadísimo a la hora de entender y ser entendido, y para más inri sus métodos policiales no están demasiado bien vistos por los gabachos, por lo que constantemente están dándole caña.

En la película no se nos traduce lo que dicen los franceses (sólo lo justo para que podamos seguir la trama), por lo tanto el espectador se encuentra igual de perdido que el protagonista.

Como ya he mencionado antes, el estilo realista de la película original se conserva a la perfección en la secuela, lo cual es un acierto enorme, pero en general, pese al cambio de director, The French Connection 2 es idéntica a la original en lo que a estética y tono se refiere.

Es obvio que el espectador que viene de ver la película original espera que aquí se aclaren las cosas y lleguemos a un clímax que lo ponga todo en su sitio, y no se sentirá defraudado, aunque en un momento pueda parecer que sí. Ahora os lo explico.
La película cuenta con dos momentos que podrían considerarse un largo clímax de casi cuarenta minutos.
El primero de éstos momentos transcurre en un puerto marítimo en el que se da lugar un intenso tiroteo. Algo convencional pero necesario.
El segundo y último momento recuerda a la secuencia del metro de la original, en la que el protagonista y su villano juegan al gato y al ratón, y también recuerda a los últimos segundos de esa película. De hecho, ambas películas terminan con un disparo. En la primera, ese final provoca incertidumbre, dudas; el final de la segunda es un rotundo hasta aquí hemos llegado, y al menos a mí me dieron ganas de levantarme y aplaudir.
Pero la película es engañosa, especialmente lo últimos diez minutos. Ocurre exactamente lo mismo que con el último episodio de Los Soprano, es decir, el espectador sabe que quedan poquísimos minutos para que la función termine, y nada indica que vaya a haber una conclusión... y de repente ¡BANG!
Esos diez minutos de The French Connetion 2 son un ejemplo perfecto de cómo conseguir crear tensión en una película, y no sólo crear tensión, sino también llevarla a buen puerto y dejar al espectador satisfecho mientras conectan el final de la segunda película con el de la primera. TÓCATE LOS COJONES y supera eso.
Todo el rollo que os he soltado podría resumirlo en una frase: The French Connection 1 y 2 son un par de obras maestras imprescindibles.
Glanton
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