A los 3 minutos ya estaba haciendo garabatos en una hojita. Por favor, todo ese diálogo del personaje cliché (Polito) que ya te cuenta la razón última de toda la trama es demasiado ridículo. Como también lo son muchas de las escenas y reacciones de los otros personajes. La inverosimilitud, el ritmo, el guion, etc. Todo es un montón de humareda, eso sí, bien fotografiada. Unos freaks de la técnica estos hermanitos.


No suelo leer las sinopsis ni nada sobre las películas antes de verlas de manera que obtengo una mirada más limpia y objetiva, pero “Dios mío de mi vida y de mi corazón” cuando terminó el tostón de mil demonios y me dio por dar la vuelta a la carátula, leí de refilón: “El Padrino”, y casi me da un cólico nefrítico. La sola mención de esa palabra (a colación de nada) casi me hizo poner al mundo en cuarentena. ¿Nos hemos vuelto tontos o qué?...Como dice un colega mío: “Es que no tienen corazón”. Éstos del Cosmopolitan..., bueno, creo que la misma palabra lo dice: Cosmopolitan. En fin…


La película no tiene tensión, el cine negro queda muy lejos de este truñete made in Cohen. Se me ocurre un número que tiende a infinito de films noir que dejarían a este simulacro de “snobs-malotes” a la altura del betún de los zapatos de Cagney.


Esos puñetazos, ja, ja… ¿el tipo que es de mercurio líquido? No hay nada que no le impida seguir dando rienda suelta a su verborrea, ni siquiera un aliento entrecortado fingiendo que le acaban de dar 15 de las buenas al estómago…ja, ja. Esto es sólo un ejemplo porque en realidad todo es menos creíble que el atrezzo que utilizaban en “Barrio Sésamo”.