Disponerse a ver esta película es sinónimo de disponerse a sufrir un terrible dilema durante un buen rato. Y no me refiero a sufrir en plan aburrido, sino a ponerse en el lugar de los personajes y literalmente tirarse de los pelos.

Dos hermanos ven cómo su vida se complica de repente a raíz de una decisión irrevocable que toman. A partir de ahí, es un sinvivir, un continuo darle vueltas al asunto, una espiral de angustia existencial.

La película me sorprendió, y no sabría decir si es buena o mala, pero lo que sí puedo asegurarles es que me dejó agotada emocionalmente. Cuando Woody Allen se embarca en un drama, nunca se sabe lo que va a pasar, aunque en este caso sí debo decir que la película no le llega a los talones a Match Point, otra de sus recientes incursiones en el género.

La crítica fue dura con El sueño de Casandra, y supongo que tendrían sus motivos. A mí me cuesta emitir un juicio claro porque, como les digo, la trama me afectó, y debo decir que el principal "culpable" de que yo me metiera tanto en la historia fue Colin Farrell y su actuación. Intensa, muy intensa.

No la vean si han tenido un mal día, pero encuentren un hueco para verla cualquier otro día.