Media votos
4,8
Votos
1.875
Críticas
32
Listas
4
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Gort:
7
7,4
97.745
Thriller. Intriga. Drama. Ciencia ficción
En Londres, a finales del siglo XIX, cuando los magos eran los ídolos más aclamados, dos jóvenes ilusionistas se proponen alcanzar la fama. El sofisticado Robert Angier (Hugh Jackman) es un consumado artista, mientras que el tosco y purista Alfred Borden (Christian Bale) es un genio creativo, pero carece de la habilidad necesaria para ejecutar en público sus mágicas ideas. Al principio son compañeros y amigos que se admiran mutuamente. ... [+]
14 de enero de 2008
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el fondo de la chistera de un buen mago, para que pueda leerla a modo de recordatorio mientras lleva a cabo el clásico truco del conejo, hay colocada una nota que dice: “¡Eres muy feo!”. El artista reconoce la advertencia esbozando levemente una sonrisa, mirando humildemente al suelo y, ¡tachán!, el manido conejito surge del vacío sombrero. El público se asombra, el truco acaba funcionando y todo gracias al oportunismo del recordatorio en la chistera. Y es que, gracias a éste, el mago consigue sortear el mayor escollo que plantea su oficio: incurrir en la ostentación, caer en el vacuo alarde. Estando sobre el escenario, ya sea cuando parte por la mitad a su bella ayudante dentro de la caja mágica o cuando la hace desaparecer sin que veamos una posible escapatoria para ésta, el mago plantea una maravilla, la refutación de las leyes naturales, de los muros de piedra. Consciente de la labilidad de la reacción del espectador ante lo que ve (escepticismo y fascinación casi unidos en un mismo sentimiento), el mago se prohíbe estrictamente acentuar el efecto maravilloso de sus simples juegos de manos, de sus burdos engaños entre bastidores: para el mago la maravilla es natural, se extraña ante las reacciones de asombro y, por supuesto, no se muestra ávido por conseguirlas. Es por esta razón por la que el mago se pone recordatorios en la chistera, por la que muestra una aparente displicencia hacia el espectador, para no sucumbir a la tentación de intentar seducirlo y desviar su atención, para no restarle eficiencia a la ilusión que nos plantea. El mago, en realidad, es un ser taciturno, consciente del frágil equilibrio sobre el que se sostiene su oficio y de la laboriosidad que supone introducir la ilusión en este mundo. Sabiendo esto, podemos entender, entonces, porqué David Copperfield era un mago tan pésimo (lo único que le interesaba era seducir a alguien como la Schiffer), porqué los magos de Cuatro Televisión son tan irritantes (llevan gomina y son impúdicamente jóvenes y atractivos, no se parecen para nada a Tamariz, y sacan la magia a la calle, a la vista de todo el mundo, pregonando a viva voz unicornios, intermitentes palomas e inquietos naipes).
(Sigue a continuación por problemas de espacio).
(Sigue a continuación por problemas de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Esta película nos muestra la rivalidad de dos magos empeñados en realizar el mejor truco. El oficio del mago nos es presentado con honestidad y sutilidad (las innumerables jaulas de pájaros, el mago chino que sacrifica toda su vida, Michael Caine con una hacha junto al tanque de agua), sin insistir en la desmitificación pero dejando claro que todo tiene una explicación. Todo ello narrado con mucho brío, con constantes giros argumentales que le dan un buen ritmo al film. Así, nos vamos adentrando en la película muchas veces con recelo, no creyendo todo lo que nos están explicando, otras con natural aceptación, pero siempre sabiendo que hay gato encerrado. Es por esta razón que uno de los golpes finales (tras el ‘Abracadabra’) se ve venir, el pulso que nos ha echado el Sr. Nolan desde el inicio del metraje en busca de nuestra sorpresa nos ha puesto en alerta, es decir, su error ha consistido en basar la trama en la creación de una expectativa (el prestigio), en jugarse el partido en un último tiro
Ahora bien, hay algo que distingue a un buen mago del simple petimetre engominado. En todo número el mago solicita un voluntario para que sea testigo de la legitimidad de su proceder. Una vez efectuado el truco este voluntario suele quedarse aferrado a un naipe burlón (normalmente suele ser el cuatro de diamantes) y riendo, una risa que delata su incredulidad (“¿¿cómo puede ser??”), mientras el mago muestra el as tránsfuga a la audiencia y también ríe, pero con una risa irónica entre dientes que responde a la de su víctima: “¿pero qué te creías?”. Y es que tan importante como marcar la distancia con respecto a la exageración de lo asombroso es hacerlo también con respecto de la incredulidad. La clave está, como hemos visto antes, en la discreción de la forma: un mago de Cuatro Televisión cede a la petición del espectador de repetir su truco (le puede la vanidad transigiendo así con la incredulidad) o lo reitera en la transmisión televisiva. Por su parte, el Sr. Nolan, tras el último truco de la película lanza el fundido en negro dejando en la incertidumbre al espectador (reconozco que yo al menos esperaba una respuesta), incertidumbre que ha hecho que muchos acaben calificando la película como de ciencia-ficción. Y mientras tanto, la mueca de sonrisa irónica del Sr. Nolan, mientras desfilan los créditos, nos responde: “¿pero qué os creíais?”.
Ahora bien, hay algo que distingue a un buen mago del simple petimetre engominado. En todo número el mago solicita un voluntario para que sea testigo de la legitimidad de su proceder. Una vez efectuado el truco este voluntario suele quedarse aferrado a un naipe burlón (normalmente suele ser el cuatro de diamantes) y riendo, una risa que delata su incredulidad (“¿¿cómo puede ser??”), mientras el mago muestra el as tránsfuga a la audiencia y también ríe, pero con una risa irónica entre dientes que responde a la de su víctima: “¿pero qué te creías?”. Y es que tan importante como marcar la distancia con respecto a la exageración de lo asombroso es hacerlo también con respecto de la incredulidad. La clave está, como hemos visto antes, en la discreción de la forma: un mago de Cuatro Televisión cede a la petición del espectador de repetir su truco (le puede la vanidad transigiendo así con la incredulidad) o lo reitera en la transmisión televisiva. Por su parte, el Sr. Nolan, tras el último truco de la película lanza el fundido en negro dejando en la incertidumbre al espectador (reconozco que yo al menos esperaba una respuesta), incertidumbre que ha hecho que muchos acaben calificando la película como de ciencia-ficción. Y mientras tanto, la mueca de sonrisa irónica del Sr. Nolan, mientras desfilan los créditos, nos responde: “¿pero qué os creíais?”.