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España España · Marte
Voto de Gort:
7
Thriller. Intriga. Drama. Ciencia ficción En Londres, a finales del siglo XIX, cuando los magos eran los ídolos más aclamados, dos jóvenes ilusionistas se proponen alcanzar la fama. El sofisticado Robert Angier (Hugh Jackman) es un consumado artista, mientras que el tosco y purista Alfred Borden (Christian Bale) es un genio creativo, pero carece de la habilidad necesaria para ejecutar en público sus mágicas ideas. Al principio son compañeros y amigos que se admiran mutuamente. ... [+]
14 de enero de 2008
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el fondo de la chistera de un buen mago, para que pueda leerla a modo de recordatorio mientras lleva a cabo el clásico truco del conejo, hay colocada una nota que dice: “¡Eres muy feo!”. El artista reconoce la advertencia esbozando levemente una sonrisa, mirando humildemente al suelo y, ¡tachán!, el manido conejito surge del vacío sombrero. El público se asombra, el truco acaba funcionando y todo gracias al oportunismo del recordatorio en la chistera. Y es que, gracias a éste, el mago consigue sortear el mayor escollo que plantea su oficio: incurrir en la ostentación, caer en el vacuo alarde. Estando sobre el escenario, ya sea cuando parte por la mitad a su bella ayudante dentro de la caja mágica o cuando la hace desaparecer sin que veamos una posible escapatoria para ésta, el mago plantea una maravilla, la refutación de las leyes naturales, de los muros de piedra. Consciente de la labilidad de la reacción del espectador ante lo que ve (escepticismo y fascinación casi unidos en un mismo sentimiento), el mago se prohíbe estrictamente acentuar el efecto maravilloso de sus simples juegos de manos, de sus burdos engaños entre bastidores: para el mago la maravilla es natural, se extraña ante las reacciones de asombro y, por supuesto, no se muestra ávido por conseguirlas. Es por esta razón por la que el mago se pone recordatorios en la chistera, por la que muestra una aparente displicencia hacia el espectador, para no sucumbir a la tentación de intentar seducirlo y desviar su atención, para no restarle eficiencia a la ilusión que nos plantea. El mago, en realidad, es un ser taciturno, consciente del frágil equilibrio sobre el que se sostiene su oficio y de la laboriosidad que supone introducir la ilusión en este mundo. Sabiendo esto, podemos entender, entonces, porqué David Copperfield era un mago tan pésimo (lo único que le interesaba era seducir a alguien como la Schiffer), porqué los magos de Cuatro Televisión son tan irritantes (llevan gomina y son impúdicamente jóvenes y atractivos, no se parecen para nada a Tamariz, y sacan la magia a la calle, a la vista de todo el mundo, pregonando a viva voz unicornios, intermitentes palomas e inquietos naipes).

(Sigue a continuación por problemas de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gort
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