Es muy curiosa la trayectoria de la saga de Rambo a lo largo de los 80. Mientras el éxito del público era espectacular, la crítica era cada vez más hostil a estas películas. Esto sigue siendo evidente en el caso de "Rambo III", para la que concederle un ocho en la escala de Filmaffinity podría parecer una provocación para algunos. Lo cierto es que esta película sigue siendo una secuela más que digna, tanto por el acierto en la elección de los actores (en especial de los malos, los soviéticos) como por la estupenda música de Jerry Goldsmith, la belleza de los paisajes elegidos (la película se rodó en Tailandia, Arizona e Israel), la innegable acumulación de frases lapidarias, como la que encabeza este texto, o la no menos innegable belleza visual de algunas secuencias, como la de la lucha en la cueva. La escena en la que Rambo se cura una herida con la pólvora de una bala debería figurar en cualquier antología del cine estadounidense, al menos el bélico. Quien quiera ver aquí tan sólo una acumulación de explosiones (aunque haya muchas, es cierto) se equivoca: este film encierra mucho más, desde el intervencionismo estadounidense en la política exterior de los años de Reagan (en un sentido anticomunista) hasta una relación de amistad (la que hay entre Richard Crenna y Sylvester Stallone) que tiene mucho de relación paterno-filial.