Es una película interesante, aunque el planteamiento de la trama que lleva a la redención o a la salvación (moral, espiritual) del amargado personaje de Alberto Closas (un niño que necesita ser operado con urgencia en un tren aislado por la nieve) es tal vez demasiado evidente, o demasiado transparente, al igual que la idea del tren como representación de la sociedad española de ese momento, con sus defectos y virtudes, y al igual que el viaje como un trayecto hacia la redención personal -no exenta de dolor- de los tres ex-presidiarios.

Al menos son buenas ideas, y Nieves Conde sabe extraer de ellas un aceptable resultado cinematográfico, apoyado por una gran labor de ambientación, fotografía e iluminación. El reparto, de alcance internacional, es competente, y encarna un microcosmos a través del cual el director elabora un retrato duro y certero de la sociedad española, pues aquí mandan el dinero, la hipocresía, las apariencias y los prejuicios, especialmente los prejuicios hacia los que han estado en la cárcel. Se diría que la película, como las mejores obras de Nieves Conde -"Surcos" (1951), "Los peces rojos" (1955)- es una visión desilusionada de la España de posguerra.