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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
7
Bélico. Drama Año 1945; los japoneses están a punto de firmar la paz en Birmania. Un soldado, admirado por sus compañeros porque toca el arpa, es nombrado mediador japonés. (FILMAFFINITY)
16 de junio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos días he podido ver este largometraje en la Filmoteca Española de Madrid. Me ha gustado, tiene momentos de un extraño lirismo, casi fantasmagórico. El mensaje más o menos conciliador, y pacifista, es similar al del triptico "La condición humana" (Ningen no jôken, 1959-1961), de Masaki Kobayashi, aunque son dos películas de tono bien diferente. En el film de Ichikawa, el horror de la guerra, la muerte y la locura, los montones de cadáveres, se soportan y se superan a través de la música y de la religión. En la trilogía de Kobayashi no hay tanta esperanza.

"El arpa birmana", como ya se sabe, es un film basado en la novela homónima de Michio Takeyama. Conviene tener en cuenta el contexto histórico en el que surgió esta novela, publicada muy poco después del fin de la guerra. En torno a 1946, llegaban al Japón muchos soldados repatriados desde muy diversos frentes de guerra, o campos de prisioneros: el Océano Pacífico, el extremo oriente soviético, Indochina, Indonesia, Filipinas...Estos soldados llegaban en condiciones muy penosas, tanto físicas como mentales. Por otro lado, dentro de Japón -y Takeyama lo sabía porque tuvo que asistir a algunos de ellos- se celebraban funerales por soldados desaparecidos en la guerra, funerales en los que no había cadáver, porque se desconocía el paradero del mismo. Takeyama fue pensando en el paradero de esos soldados muertos, que nunca volverían a casa, y también en la posibilidad de que en los países antes ocupados por el Japón hubieran quedado soldados vivos, por ejemplo haciendo vida de bonzos, o monjes budistas, en Birmania. La idea de una compañía que cantaba y tocaba en medio de la guerra, para levantar el ánimo, terminó de conformar una novela, que pronto cobró fama, seguramente por conectar con una determinada sensibilidad colectiva, y por devolver un cierto optimismo a los atribulados japoneses de la posguerra.
Pedro Triguero_Lizana
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