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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
8
Comedia Tras ser plantado por su chica, un deprimido Herbert H. Herbert (Jerry Lewis) reniega de las relaciones románticas, y está decidido a vivir toda su vida como un soltero redomado. Entonces, encuentra trabajo en una residencia para señoritas en Hollywood, ¡y las residentes se vuelven locas con el nuevo ayudante! Es entonces cuando el desventurado Herbert pasa de ser un simple manitas a convertirse en...¡"El terror de las chicas"! (FILMAFFINITY) [+]
30 de diciembre de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es éste un film que acusa la influencia de dos títulos inmediatamente anteriores, de o con Lewis, como son "El ceniciento" (Cinderfella, 1960), dirigido por Frank Tashlin, y "El botones" (The Bellboy, 1960), dirigido por el propio Lewis. Del primero, "El terror de las chicas" retoma una deslumbrante fotografía en color, y cierto intimismo sentimental, así como la progresión de una trama que empieza, se desarrolla y acaba. Del segundo, Lewis aprovecha un sentido del gag adaptado, y nacido, de un específico escenario arquitectónico, y la idea de una sucesión de gags apenas engarzados por una muy débil progresión dramática.

El resultado, en comparación con los dos films mencionados más arriba, es algo más irregular, pero no por ello menos estimulante. Como en "El ceniciento" y "El botones", Lewis se desdobla, esta vez de una manera más espectacular: en la escena en la que Lewis descubre que está rodeado de mujeres, el pavor del protagonista se traduce visualmente, en una solución efectivamente cómica, en varios Lewis que corren dentro de una casa de muñecas.

Lewis crea un personaje contradictorio: es un idiota balbuceante (Jonathan Rosenbaum dixit) que, traumatizado por un desengaño amoroso, odia a las mujeres. Pero, pese a ello, se pone a trabajar en una residencia llena de chicas, y no le importará dar consejos a una de las señoritas de la residencia (Pat Stanley), con la que, previsiblemente, entablará una relación tarde o temprano.

El personaje de Lewis, llamado Herbert H. Heebert, es, en cierto modo, el de un niño grande que se resiste a crecer -de ahí el terror al sexo, y a la mujer- mientras vive arropado por figuras maternas (su madre, interpretada por él mismo, o la oronda ex-cantante de ópera dueña de la lujosa residencia de señoritas, interpretada por Helen Traubel) similares a la madrastra interpretada por Judith Anderson en "El ceniciento". En ese sentido grotesco de la figura materna, y, en suma, de la familia -véase la posterior "Las joyas de la familia" (The Family Jewels, 1965)-, Lewis anticipa, por la vía de la exageración y del humor grotesco, algunos elementos del cine de John Waters.

Para mí, lo mejor de "El terror de las chicas" es, aparte del decorado -esa enorme residencia que el espectador contempla, a veces, como si fuera una gigantesca casa de muñecas-, la secuencia en la habitación blanca, todo un alarde de onirismo e imaginación, así como el momento dedicado a George Raft, que aparece como él mismo. También hay en este film una visión del mundo de la televisión cercana a la sátira; un mundo que Lewis emplea como un modo de reflexionar sobre el espectáculo, y sobre sí mismo, lo que enlaza con el Lewis-estrella de cine de "El botones".

Como vemos, todo es posible en esta película. Jerry Lewis demuestra aquí que es capaz de crear un mundo rabiosamente personal, de una imaginación desbordante; un mundo en el que los grandes medios técnicos y de producción del cine de grandes estudios de Hollywood (los platós de la Paramount, en este caso) se ponen al servicio de una enorme libertad creativa.
Pedro Triguero_Lizana
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