"Tarántula" es una película en la que el interés del argumento, y la fascinación que producen los animales sometidos a un crecimiento acelerado, especialmente la araña que crece y crece hasta convertirse en un monstruo, son valores innegables que, hoy día, compensan con creces, es curioso, las debilidades de esta obra. Debilidades como el esquematismo del argumento, el moralismo de la historia (¿por qué el monstruo siempre es destruido, en este caso, por nada menos que Clint Eastwood?, ¿por qué el científico loco siempre tiene que pagar por sus irresponsables experimentos?), las pobres interpretaciones (especialmente la de John Agar), la convención de la peripecia amorosa, y sobre todo, los efectos especiales, que, con todo, y, para el dinero que tenían para ello los que hicieron este film, no están muy mal.

La imagen de la tarántula gigante andando por el desierto tiene aún, sigue teniendo, un efecto onírico, fascinante, antes que terrorífico. Y, en general, es un film superior a su inmediato modelo, "La humanidad en peligro" (Them!, 1954), de Gordon Douglas.