"Il divo" es una indagación tan poliédrica como otra obra de Sorrentino tan premiada y aclamada como "La gran belleza" (La grande bellezza, 2013); una indagación, en este caso, sobre la vida y obra del político italiano Giulio Andreotti, siniestro capitoste de la Democracia Cristiana. Una visión exagerada, se podría decir tal vez. El Andreotti encarnado por Servillo, ¿es caricatura o realidad? No lo sé. El trabajo con la fotografía, la música y el sonido es tan delicado y virtuosista como en "La gran belleza", resultando así una obra política y a la vez esteticista, dicho sea en el mejor sentido de la palabra.

Sorrentino toma el cine de denuncia - de brillantísima trayectoria en el cine italiano pasado y presente- y lo aprovecha para hacer con él una experimentación formalista, en la que la realidad y la ensoñación se dan la mano porque la realidad del film -palacios, despachos, fiestas, paseos nocturnos, parlamentos, juicios, recuerdos- es una sucesión de elegantes escenarios en los que el cinismo, la frase ingeniosa, la mentira, recubren un mundo oculto, tenebroso, terrorífico. Es como intentar el triple salto mortal, pero Sorrentino sale bastante bien del empeño. El resultado es un largometraje lleno de oscuridad y terror, y es que pocas veces se habrá hecho en el cine reciente un retrato tan negro del poder político. Sin duda, destacan la interpretación y la caracterización de Toni Servillo, las cuales contribuyen mucho al tono general del film.