Destaca la humillación sufrida por el personaje de O'Hara en la secuencia de la pelea en el barro y en el largo desenlace final: la dama refinada y altanera sufre su merecido castigo, por poner en juego la unión y la felicidad de una familia. Por cierto, este desenlace final en el pueblo, en el que O'Hara va perdiendo su ropa y su orgullo progresivamente, recuerda y remite a una de las secuencias cumbres de "El hombre tranquilo" (The Quiet Man, 1952), película dirigida por John Ford en la que McLaglen trabajaba ya como ayudante de dirección.