Los que escribimos sobre cine, los cinéfilos, somos una gente curiosa. Vemos una película como "Eduardo Manostijeras" (Edward Scissorhands, 1990), o como "Ed Wood" (Ed Wood, 1994), y pretendemos, queremos, soñamos, o anhelamos, que su director, Tim Burton, haga películas igual de buenas o mejores aún que esas dos. En fin, que vuelva algo de ese viejo esplendor. Con "El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares" la crítica de cine ha tenido esa pretensión, pero ese sueño no se ha cumplido, o sólo se ha cumplido para los más optimistas.

"Miss Peregrine" es un largometraje sumamente irregular, con aciertos parciales y aislados -la batalla de los esqueletos y los monstruos en la feria de Blackpool, que recuerda al cine de Sam Raimi; el personaje de Samuel L. Jackson y especialmente su capacidad para transformarse en cualquier persona; y Enoch, el pequeño científico loco interpretado por Finlay MacMillan, tal vez elegido por el director por su parecido físico con Johnny Depp- pero el conjunto cuenta con factores que tiran, y mucho, en la dirección contraria: la fantasía resulta bastante blanda, la historia de amor entre Emma (Ella Purnell) y Jake (Asa Butterfield) es también demasiado blanda, y la trama sobre bucles, niños raritos y mujeres protectoras que se convierten en aves y luchan contra monstruos invisibles que comen ojos me resulta ligeramente ridícula. A todo eso hay que añadir el error de dar el papel protagonista a un actor tan inexpresivo como Asa Butterfield, que parece incapaz de expresar o exteriorizar alguna emoción verdadera.

Como resultado, tenemos una película rara, peculiar, en la que Tim Burton, como el Sr. Barron, se convierte lo mismo en Sam Raimi que en un director de la saga de "Harry Potter", o en Tim Burton de nuevo, como se ve en la renovación del tema de la familia alternativa, presente en otras obras de este director. Porque "Miss Peregrine" es una película sobre la familia. Y, también, por desgracia, una ocasión perdida, no precisamente por falta de imaginación, sino por la incapacidad de crear una historia lo bastante sólida como para estar a la altura de esa fantasía y esa imaginación, y de los increíbles efectos especiales empleados para representarlas.