Parecía que el "western" y la ciencia-ficción eran géneros que no se podían mezclar abiertamente -aunque ya se intentaron algunas transferencias, por ejemplo, en "La guerra de las galaxias" (Star Wars, 1977), de George Lucas, y por cierto, con Harrison Ford en el reparto- pero la película de Jon Favreau realiza esta proeza, típica de la posmodernidad, y de una época en la que a los cineastas, y al público, les gusta ver mezclados, y/o agitados, sus mitologías.

El resultado es aceptable, pero podía haber dado mucho más de sí, y el guión da muchos giros, y deja sorprendentes zonas de oscuridad. La historia queda preparada para las habituales redenciones, los habituales sacrificios, y las no menos frecuentes historias de iniciación y viajes de descubrimiento. Al principio, el personaje de Harrison Ford (un cacique que domina el pueblo) es muy malo, y luego se humaniza; parece que va a entrar en conflicto con el personaje de Daniel Craig, en un enfrentamiento similar a los de "Río Bravo" (Rio Bravo, 1959), de Howard Hawks -el principio debe mucho a esta película- y luego se alía con ese misterioso (y arquetípico) hombre sin memoria, sin pasado.

Luego, la alianza entre los rescatadores, los bandidos y los indios apaches recuerda un poco al argumento de "El cóndor" (El Condor, 1970), de John Guillermin, y el film de Favreau, basado en un cómic, es, en suma, como una fantasía de aficionado, de cinéfilo, de mitómano, o algo así como un "fanfic" de lujo. En cuanto a los extraterrestres, la mayoría son muy malos, porque secuestran y torturan, y planean invadir el planeta, y luego hay uno muy bueno, que ha adoptado la forma de Olivia Wilde, y que se alía con los humanos, sin que sepamos mucho más del mismo. Está muy bien homenajear las mitologías amadas y recordadas, pero hubieran sido deseables un argumento y un guión más sólidos, y más trabajados, para dar mayor coherencia y verosimilitud a la historia.