Me puse a ver esta secuela de "Mimic" (1997), con bastante escepticismo, pero, la verdad, aparte de cumplir con su función de secuela, es un largometraje interesante, que ofrece algunas novedades con respecto al original, especialmente en un desenlace final sorprendente y grotesco. La acción es siempre interesante y tiene ritmo, y la película se hace incluso corta. Pese a la modestia de la propuesta, y pese a que no se puede esperar mucho de un director como Jean de Segonzac, volcado a la dirección de episodios de series de televisión, el resultado es mejor de lo que cabría esperar. La pelirroja Alix Koromzay, que ya aparecía en "Mimic", encarna esta vez el personaje protagonista con el suficiente carisma, sin que se eche de menos a Mira Sorvino. Edward Albert es un malo muy arquetípico.

El problema -o no, porque seguramente el espectador quiere ver eso, precisamente- de un film "directo al deuvedé" como éste es que es una variación de una variación, es decir, una historia repetida ya, prácticamente un "remake": la entomóloga solitaria no sólo vence a los monstruos sino que, encima, se echa novio y consigue un hijo adoptivo. El "survival horror" se acompaña de una subtrama en defensa de una concepción improvisada, en teoría moderna, de la familia. Se trata de salvar al mundo, sí, pero también de salvar la situación personal de la protagonista. Todo esto, por supuesto, es muy reiterativo, sólo que, en los esquemas de la ciencia-ficción de bajo presupuesto, con un reparto sin estrellas, o casi, parece más interesante. Me parece que las películas de la saga "Mimic" son exactamente iguales que los insectos mutantes que exhiben: reciclajes, mímesis, imitaciones, horrores siempre iguales pero, aparentemente al menos, siempre diferentes.