Ricky Gervais es de esos tipos que suele dárseles muy bien germinar una idea pero no tan bien desarrollarla. Le pasó con The Office, cuya versión americana superó a su original británica, y con otros productos que empiezan con un punto de partida muy curioso y luego se vienen abajo. Este es para mi el producto de Ricky Gervais que mejor se mantiene. Y también me parece el más original, me recuerda a las comedias de corte europeo basadas en un punto de partida tan curioso como incisivo, como por ejemplo la también infravalorada El jefe de todo esto, de Lars von Trier.

Ojo, que también se viene un poco abajo en su último tercio, cuando pierde toda su mala leche para rendirse a la resolución tipicona de aplauso y lágrima fácil. Pero durante una hora inicial esta comedia para mi roza altos vuelos, porque tiene un concepto de base muy interesante, muy divertido y muy fresco y porque sus diálogos incisivos y sin cortes me hicieron soltar más de una carcajada. Es de esas comedias a las que se les nota un bajo presupuesto pero cuyo planteamiento es tan original que se sobrepone al resto de sus defectos para ofrecer algo que te hace pasarlo genial.