Casi todos los biopics suelen ser de dos tipos: los asépticos que no aportan demasiado a lo que ya conocemos por haberlo leído en los medios y los que, aprovechando que los hechos reales que reproducen tienen un componente de criminalidad, toman prestado el estilo narrativo de Scorsese para compensar con fanfarria el poco trasfondo de lo que cuentan. Ambos tipos están ya muy trillados y por eso a mi me provocan poco interés.

Este biopic sobre la patinadora Tonya Harding apestaba a ser del segundo tipo. Y lo es en las formas, a ratos parece que uno esté viendo Casino. Incluso no es Scorsese la única inspiración, pues también hay mucho de los hermanos Coen en el tratamiento de personajes y situaciones. Como bien se dice en uno de los dialogos: "¿Quién podría imaginar que hicieron algo así los mayores majaderos de una historia protagonizada por tantos majaderos?".

Pero veo la película y pienso que aquí sí hay un buen drama que contar, sí hay unos buenos personajes en los que profundizar y sí se pone empeño en hacerlo y no solo en tocarlo superficialmente para ir a la parte de la historia que todos ya conocemos. Es una película que funciona como drama, como comedia negra y como biopic. Y, además, se permite una incisiva e incómoda reflexión sociológica. Sus autores han sabido sacar de esto algo más que el típico biopic criminal.

La guinda la pone un reparto donde todos estan brillantes, desde la siempre asombrosa Allison Janney (que aquí consigue por fin su merecido Oscar) hasta Margot Robbie, esa inesperada estrella que va más allá de ser una sex symbol. Y si nos deja con la boca abierta esa pareja de familia disfuncional, que ambas actrices bordan como madre e hija, tampoco es para menos la otra pareja de majaderos genialmente personificada por Sebastian Stan y Paul Walter Hauser, como el inestable marido de Tonya (el puto bigotes) y su, aún más subnormal, amigo.