La película sigue la misma línea de la primera. Además, está construida a base de sustos, y hay momentos en los que, simplemente, no pasa nada. Pero funciona. Funciona porque consigue generar tensión, porque crea el ambiente realista de una familia que se resiste a ceder a lo sobrenatural a pesar de que viven atemorizados, porque consigue que sea el público el que anticipe y mantenga la emoción, en la idea de que va a pasar algo peor de lo que se muestra en pantalla. Funciona porque estimula la imaginación; casi se diría que hace trampa: por momentos, es el público el que crea una "película paralela" en su cabeza, rellenando los huecos que la imagen escamotea. Aunque más explícita que la primera (que jugaba más a inquietar con el perturbado comportamiento nocturno de la protagonista), sigue manteniendo ese aspecto de documental parapsicológico, y sigue evitando los grandes efectos especiales o la violencia más cruenta. Desasosegadora, consigue transmitir la incomodidad a través de las butacas de la sala. Aunque ha perdido la ventaja de la novedad (algo difícil, por otra parte, en un género tan explotado y con tantos lugares comunes como el de terror), aunque no ofrezca efectos ni giros de guión, aunque apenas se aparte de la primera, a la que sigue de cerca en todos sus recursos, lo cierto es que es una película que consigue su objetivo: asustar, y que te lleves el susto a casa.