Esta película habla de temas sociales a priori interesantes, pero lo cuenta tan mal que toda la carga social del argumento se hunde. Es como cuando estando afónico se te ocurre una idea genial y al contarla no se entiende nada.

El tratamiento narrativo es descaradamente esquemático: no se desarrollan ni los personajes ni las situaciones, no hay transición dramática entre las partes de la historia. El resultado es una acumulación deslabazada de escenas que desaprovechan y convierten en superficial un argumento con muchas posibilidades.

La verdad es que acaba dando lástima la afonía cinematográfica del director. John Huston es uno de los directores que mejor cuenta una historia, trate el tema que trate; si el director de esta película hubiera revisado las películas de Huston, seguro que su despropósito narrativo de aficionado hubiera sido menor (nadie dijo que dirigir fuera fácil).

Para escribir esta crítica, me forcé a ver la película hasta el final; para aguantar, me tuve que atar a una silla con correas delante de la TV y, con unos ganchos, obligar a mis párpados a permanecer abiertos. Igual que el protagonista de la Naranja Mecánica. Así colocado, cada vez que la película saltaba sin el menor sentido del ritmo ni del drama de una situación a otra, yo soltaba un fuerte carraspeo de desaprobación. Al terminar la película tenía la garganta destrozada. Me he quedado afónico.

Escribo estas últimas notas mientras me tomo el jarabe para la garganta:
-Se hace un uso machacón de la voz en off y de tópicas canciones pegadizas de los años 40 y 60.
-Las escenas están construidas sin pizca de sutileza y con un montaje torpe.
-En cuanto a los actores, he visto mejores interpretaciones en el teatro de aficionados de mi pueblo.