Arlen Faber (Jeff Daniel), receloso y malhumorado escritor superventas de un único libro de esos de autoayuda, “Dios y yo” (parece ser que la legión de lectores que asicoba realmente creen o quieren creer que Dios estuvo por medio) que lleva 20 años escondiendo su cara al gran público (ya saben, Salinger y Pynchon), lleva 5 años viviendo solo desde la muerte de su padre en una gran piso y coincidiendo con el 20 aniversario de la publicación del artefacto (me resisto a llamar libro a esa clase de gilipolleces) es acosado por su editora (Nora Dunn) para que salga de la cueva y colabore en los fastos.
Elizabeth (Lauren Graham), madre de un niño al que cuida (sobreprotege) sola desde hace 3 años en el que el padre salía un momento a por tabaco (o algo así), no sale ni tiene pensado salir con nadie, que abre una consulta de quiropráctica que lleva ayudada por la dulce Anne (Olivia Thirlby).
Kris Lucas (Lou Taylor Pucci), dueño de una pequeña librería de “nuevos y usados” que sale tras 27 días de estancia en un programa de rehabilitación de alcohólicos, con el padre borracho en casa y lleno de inseguridades.
Con estos mimbres el debutante John Hindman (guion y dirección) nos brinda una entretenida comedia dramática sobre fondo romántico con inequívoco aroma indie (nominado al gran premio del jurado en Sundance 2008) narrada en tono pausado y amable que utiliza como eje el exitoso boom de los escritos de la temática que te dije (sin hacer sangre ni ensalzarlos) para hacer interactuar a los personajes y que pese a las filias y fobias que pueda despertar el desarrollo de la trama (militantes y escépticos) cualquier espectador al que le puedan llegar a gustar una trama relajada, divertida (seguramente emotiva para el que le toque la fibra) y bien contada pasara un ratillo entretenido.
Además, para impenitentes amantes del cine de terror y curiosones varios, al final de los títulos de crédito, justo antes de los de las canciones (por cierto, Ella Fitgerald entre otros temas de jazz) nos regala un detallado catalogo de las figuritas originales de prácticamente todos los iconos de terror que en el cine han sido (los podemos ver en la colección de la que presume Arlen cuando lleva por primera vez a Elizabeth a su piso) pudiendo leer las compañías que han cedido los derechos de imagen y a las personas físicas o entidades que han prestado los muñecos para la ocasión (me llamo la atención que uno de esos nombres sea John Landis y ya que ninguno de los muñecos pertenece a películas suyas, deduzco que este hombre debe coleccionarlas como hobby, o no, vaya usted a saber).