Todos tenemos un primer recuerdo, el principio de nuestra historia, ese que con los años está más que adornado, una especie de espejismo si sucede de muy pequeño, pero sin duda, ese que podemos marcar como el número uno. El mío está ligado a mi tío Gadget, ese hombrecillo que salía por la tele, muy delgado, con una característica nariz, sombrero y gabardina, y que por unas cosas u otras siempre sacaba cachivaches de cualquier lado en el momento más oportuno.

Siempre me han dicho que lo que más me fascinaba era ver cómo se desmontaba, yo sé que lo que me encantaba era la cabecera y esa cancioncilla repetitiva... el dedo-cepillo de dientes, su avispada sobrina y el perro mágico, por lo menos a mi me lo parecía, tan resuelto siempre en toda ocasión. Además, quién podría presumir en esta vida de salir victorioso de cualquier situación con esa torpeza unida al cuerpo.

Por supuesto, este no es mi primer recuerdo, era muy pequeña, tendría tres o cuatro años y corría por los pasillos de un hospital como si la estancia allí no fuera conmigo. Recuerdo que mi compañera de habitación tenía el pelo muy largo y me parecía enorme, tendría por lo menos nueve años, sin duda toda una niña gigante para mi percepción de tamaños por aquella época. Y por último recuerdo a un hombre adherido a un bigote, en realidad recuerdo un bigote que acompañaba misteriosamente a aquel señor, era el padre de la otra niña, con el que un día vimos todos juntos en aquel frío lugar al Inspector Gadget. Yo no podía parar de hablar del tío Gadget, mi tío Gadget por aquí, mi tío Gadget por allá, supongo que ya tan pequeña me imaginaba sacando de todo tipo de líos a un hombre, aunque no tuviese coletas rubias ni perro.

Lo que ocurrió fue que conseguí encandilar a aquel bigote, le hacía tanta gracia esa niña perpleja ante tanto metal, que me regaló un cómic del mítico Gadget, mi preferido. A esto va unida la parte mala, la que en realidad aviva el recuerdo, pero es para tenerme envidia, porque admitimos todos tener un primer recuerdo, pero cuántos como yo podrían afirmar que tenían a un genio detectivesco tan divertido como familia.

Si le sumas una niña gigante, un bigote y una cabeza llena de ricitos, la mía, puede surgir un gran recuerdo, y una pequeña promesa, cuando consiga ver en algún niño ese brillo que surgía de mis ojos cuando disfrutaba con Gadget, le pongo un diez a esta serie.