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Voto de mnemea:
10
2009
8,1
24.147
Animación. Drama. Comedia
Primer largometraje de Adam Elliot, ganador de un Oscar con el cortometraje "Harvey Krumpet". Narra la larga amistad por correspondencia entre un cuarentón judío y obeso de Nueva York, y una niña australiana de ocho años que vive en los suburbios de Melbourne. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2009
70 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querida carta:
A ti he decidido dirigirme directamente, como trozo de papel arrugado, de tono amarillento, adquirido por el paso del tiempo, que tantas palabras guardas y escoltas para hacer llegar a otros un pedazo de vida, una mínima muestra de lo que se puede sentir pero no se ve, al menos no lo ve esa persona con quien queremos compartirlo. A ti se recurre una y otra vez, eres alegría o tristeza, eres mensajera y confidente.
Te contaré que una niña con ojos de color lodo nos hizo recordarte. Tenía dudas, pero ningún amigo con quien compartirlas, y sí un bote de leche condensada que disfrutar. Decidió buscar un amigo del modo más casual, uno que viviera en otro lugar, un sitio tal vez hostil, algo gris... pero qué sabía ella, tenía una duda, por una vez no iba a preocuparse si era el adecuado para resolverla. Así que escribió una carta, una como tú, a un futuro desconocido al que llamar amigo a través del papel. Al otro lado del buzón un hombre, un poco nervioso y confuso, de lógica expresa y sin ningún amigo, aunque sí unos bocadillos de chocolate que alimentaban su alma.
Entre ellos creció un vuelo de cartas y dudas resueltas, en irregulares entregas, pesadas esperas e impactantes y duras vidas que se convertían en palabras, montones de ellas que nos transportaban de las limpias carcajadas a las diminutas lágrimas que se dejan correr junto a una leve sonrisa.
No importa cuanto tiempo pasa o cuantas letras contiene cada carta, si de casualidad se cruza alguien con otro personaje con el que compartir sin grandes preocupaciones las más estrambóticas experiencias que de vez en cuando traspasan nuestra mente y que nunca se sabe a quién contar.
Ahora que vuelvo a recordar a la pequeña Mary Daisy Dinkle, no puedo evitar que una sonrisa se me escape, pues fue un gran hallazgo esta damita y su mejor amigo, que nos recuerdan poco a poco que nuestras catastróficas vidas nos resultan siempre agridulces, pero a veces describirlas entre recuerdos y nostalgia, en este abandonado método de papeles, tinta y pegajosos sellos, con la virtud de la incertidumbre, el defecto de la espera y la falta del rostro y el tacto, puede resultar gratificante, tal vez para el destinatario, a lo mejor para el escritor que sus autores esconden en su infinito interior.
He descubierto, estimada carta, que finalmente no es tal la locura de haberte utilizado en ocasiones especiales, porque siempre a ti podemos recurrir, cuando, en días que la nostalgia nos guiña un ojo desde cualquier rincón, no nos queda otra posibilidad a parte de devolverle el saludo.
A ti he decidido dirigirme directamente, como trozo de papel arrugado, de tono amarillento, adquirido por el paso del tiempo, que tantas palabras guardas y escoltas para hacer llegar a otros un pedazo de vida, una mínima muestra de lo que se puede sentir pero no se ve, al menos no lo ve esa persona con quien queremos compartirlo. A ti se recurre una y otra vez, eres alegría o tristeza, eres mensajera y confidente.
Te contaré que una niña con ojos de color lodo nos hizo recordarte. Tenía dudas, pero ningún amigo con quien compartirlas, y sí un bote de leche condensada que disfrutar. Decidió buscar un amigo del modo más casual, uno que viviera en otro lugar, un sitio tal vez hostil, algo gris... pero qué sabía ella, tenía una duda, por una vez no iba a preocuparse si era el adecuado para resolverla. Así que escribió una carta, una como tú, a un futuro desconocido al que llamar amigo a través del papel. Al otro lado del buzón un hombre, un poco nervioso y confuso, de lógica expresa y sin ningún amigo, aunque sí unos bocadillos de chocolate que alimentaban su alma.
Entre ellos creció un vuelo de cartas y dudas resueltas, en irregulares entregas, pesadas esperas e impactantes y duras vidas que se convertían en palabras, montones de ellas que nos transportaban de las limpias carcajadas a las diminutas lágrimas que se dejan correr junto a una leve sonrisa.
No importa cuanto tiempo pasa o cuantas letras contiene cada carta, si de casualidad se cruza alguien con otro personaje con el que compartir sin grandes preocupaciones las más estrambóticas experiencias que de vez en cuando traspasan nuestra mente y que nunca se sabe a quién contar.
Ahora que vuelvo a recordar a la pequeña Mary Daisy Dinkle, no puedo evitar que una sonrisa se me escape, pues fue un gran hallazgo esta damita y su mejor amigo, que nos recuerdan poco a poco que nuestras catastróficas vidas nos resultan siempre agridulces, pero a veces describirlas entre recuerdos y nostalgia, en este abandonado método de papeles, tinta y pegajosos sellos, con la virtud de la incertidumbre, el defecto de la espera y la falta del rostro y el tacto, puede resultar gratificante, tal vez para el destinatario, a lo mejor para el escritor que sus autores esconden en su infinito interior.
He descubierto, estimada carta, que finalmente no es tal la locura de haberte utilizado en ocasiones especiales, porque siempre a ti podemos recurrir, cuando, en días que la nostalgia nos guiña un ojo desde cualquier rincón, no nos queda otra posibilidad a parte de devolverle el saludo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
He estado un buen rato mirando al techo, miraba y miraba, pero no he visto nada a parte de gotas blancas que sobresalían de su base. No importa, la sonrisa me la arrebató igualmente esa pared invertida, para qué sirve la imaginación entonces, si no reflejamos todo eso que se ha escrito en cualquier lugar que lo necesitemos.
Siempre tuya, señorita carta.
mnemea
P.D.: Te llamo señorita porque seguro que no te casarías con nadie, fiel a todos, dueña de nadie, como debe ser.
P.D.D.: Por muy trágico y gris que se ponga todo, yo disfruté tanto como si de una Mary se tratase todos los minutos de este pequeño descubrimiento, gracias por compartirlo.
P.D.D.D.: Doy las gracias, sí, porque si aquí se queda escrito, nunca lo olvidaré, ¿por qué no decimos que es lo bueno de todo papel escrito?
P.D.D.D.D.: Además de todo esto, la película es entrañable dentro del gris y encantadora cerca del rojo. Y las postdatas son siempre lo mejor.
Siempre tuya, señorita carta.
mnemea
P.D.: Te llamo señorita porque seguro que no te casarías con nadie, fiel a todos, dueña de nadie, como debe ser.
P.D.D.: Por muy trágico y gris que se ponga todo, yo disfruté tanto como si de una Mary se tratase todos los minutos de este pequeño descubrimiento, gracias por compartirlo.
P.D.D.D.: Doy las gracias, sí, porque si aquí se queda escrito, nunca lo olvidaré, ¿por qué no decimos que es lo bueno de todo papel escrito?
P.D.D.D.D.: Además de todo esto, la película es entrañable dentro del gris y encantadora cerca del rojo. Y las postdatas son siempre lo mejor.