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España España · Castellón de la Plana
Voto de mnemea:
10
Drama. Romance. Bélico A lo largo de tres generaciones, dos familias de un pequeño valle guipuzcoano mantienen relaciones tortuosas, marcadas por la violencia y las pasiones. La historia comienza en Guipúzcoa, en 1875. En una trinchera carlista, durante la guerra, un aizkolari logra salvar la vida embadurnándose con sangre de uno de los muertos, y dejándose apilar con los cadáveres. La presencia de una vaca le produce una extraña sensación, que se volverá obsesiva. (FILMAFFINITY) [+]
13 de junio de 2009
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encerrada en mi mazmorra verde y amarrada a un cojín del mismo color, puedo hablar de una noche de nostalgia. Entre todo lo que queda por descubrir, fui a parar en manos de una película perdida en la memoria más de diez años, cómo no, y de la que me sorprendo al sólo recordar los ojos de las vacas, el agujero, la música y el caballo alejándose. Suficientes recuerdos para rememorar ese diez que le puse cuando ni siquiera sabía que existían las notas para las películas. Porque entiendo que Medem confiara en Carmelo, porque su sonrisa es franca, cuando él sonríe parece que todo vaya a salir bien. Lo mismo ocurre con Emma, su sonrisa transmite dulzura pero sus ojos, al mismo tiempo, se transforman en complicidad. Y qué necesita Cristina, su personaje, además de complicidad para descubrir el mundo de Manuel el Primero, y crear el suyo propio a través de sus enseñanzas.

Todo está relacionado, está clarísimo, cada vez que Manuel nos adentra en las vacías pupilas de las vacas con semblante sereno, nos transporta de una realidad a otra sin que sepamos distinguir donde nos encontramos cada vez, porque no importa, cada uno habita a un lado del agujero, el otro se alimenta para doblar la identidad.

“Siempre que quiero pensar en alguien, pienso en ti”, le decía Peru a Cristina, cuando no adivinábamos si estaba interesado en contemplarla a ella o a las vacas que evocan recuerdos en los cuadros, de todos modos tenía su permiso: “él puede mirar todo lo que quiera”.

Entre las verdes hierbas que crecen en el bosque hay espacio suficiente para esconder la pasión más rocosa, las mentiras, las batallas entre familias y sus aizcolaris experimentados, cuyas hachas suenan distintas entre sí. Porque las palabras son pocas, las justas y necesarias para competir con la espectacularidad de la naturaleza, y los sonidos son precisos, enclaustran las imágenes para compartir protagonismo. Y aunque los años pasen rápidos, la locura es contagiosa, así que entre los pastos, las vacas serán hombres y nunca quedará definido en qué lado del agujero encendido habita cada uno de los personajes.

Número diez, aquí te quedas conmigo y con Julio, los años parecen no afectar tus esculturales formas, aunque haya cambiado mis ideas por otras con el paso del tiempo, o tal vez la forma de mirar, no voy a traicionar algo importante, el recuerdo, pues no hice otra cosa en una noche que alimentar la nostalgia con más detalles al volver a ver Vacas. Esto es una historia sin fin, que se mezcla con otras, y al final todas son una, partidas en algún punto exacto.

Quizás quede un hueco para nosotros entre esas hierbas, porque esto es importante, es importantísimo, nunca lo debemos olvidar.
mnemea
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