Es sin duda, la mejor época del famoso director danés, esa época experimiental, en donde él y un grupo de amigos crearon una técnica nueva de rodaje capaz de mostrar el alma de los personajes y su lado más profundo.
Una época magistral, donde cada película es un análisis psicológico, pero un drama singular y único.

Lo que más me gustó de aquella época fue la mezcla entre el realismo y lo absurdo, unas historias extrañas, pero reales, parecen de otro mundo, pero están tratadas de tal manera que te las crees, y cuando me refiero a tratadas, quiero decir al lado técnico, parece que puedes palpar a los personajes, que estás allí con ellos, que sufres con ellos, y es todo ese lado técnico que caracterizaba a estas películas.

El tema es más que absurdo, amor y pasión, mezclados con locura y sexualidad, nada parece encajar, pero no es verdad, todo es genial, todo es magistral, es una lección de amor llevado al extremo, pero al final de todo, te lo crees, e incluso es un final esperanzador.

La película te revuelve las tripas, te duele ver el sufrimiento de su protagonista, dudas si es locura o es amor, y todos dudan, pero la esperanza está presente.

Merece un trato especial la joven actriz que hizo un papel magistral, Watson se abrió las puertas al mundo y de una manera magistral, fue su debut en el cine y el joven Trier por aquellos años confió totalmente en ella, y a la vez, una joven actriz confiaba en las locuras de este danés, el resultado es una de las mejores interpretaciones que haya podido ver en el cine.

Watson te hace sufrir al mismo tiempo que sientes lástima por ella, te enternece su inocencia, su mirada tan especial, su todo, es un personaje único, íntegro, es de lo mejor que he visto en el cine, hizo una interpretación que ha hecho historia.

Entre la angustia que me produce su personaje, disfruto de ver arte, no es un entretenimiento solamente, es algo más, no se como definirlo, es una película magistral.

Gracias al cine por este tipo de películas.