El director Frank Oz nos ofrece una comedia casi de ciencia ficción pero con ciertos toques irónicos y negros. Una joven pareja se traslada a un barrio de Connecticut, donde todos los maridos tienen unas esposas excesivamente complacientes y diligentes. La mujer averiguará que todas estas mujeres son en realidad robots que suplantan a sus verdaderas mujeres.

El film que podría plantearse desde la misoginía más radical, al contar uno de los sueños inconfesados de los hombres: modelar a la mujer a su voluntad, se queda a medio camino de los planteamientos al querer centrar demasiado la crítica en hechos más puntuales, aunque si que es cierto que rezuma una cierta acidez contra ese deseo de todo marido que su mujer no le lleve la contraria, no engorde una vez casada y cumpla todos sus deseos.

El film se beneficia por un lado de la excelente obra de Ira Levin, aunque despojado de sus dardos más afilados, y de un excelente reparto formado por Bette Midler, Matthew Broderick, Christopher Walken, Glenn Close, y Jon Lovitz, los cuales nos ofrecen una excepcional interpretación.