La vida del que fuera director del FBI durante el mandato de 8 presidentes de los Estados Unidos, es, sin duda, un aliciente para el espectador norteamericano. Sin embargo, lo que nos ofrece Eastwood no es lo que la mayoría esperábamos. El film, centrado exclusivamente en la figura de J. Edgar Hoover (Leonardo DiCaprio), se entretiene en sus orígenes y en sus primeras intervenciones en instituciones que luego dieron lugar al FBI, e incluso, le dedica mucha cancha al secuestro del hijo de Lindberg (el primero en cruzar el Atlántico en avión y considerado un héroe nacional en los USA). En cambio, otros acontecimientos cruciales en la historia norteamericana, como la relación de los Kennedy con la mafia, los escarceos amorosos del presidente JFK, su propio asesinato, el de Martin Luther King, apenas son mencionados a lo largo de las dos horas largas de metraje. Quizás se debe a que de la mayoría de estos controvertidos asuntos siguen entre sombras y ya ha habido demasiadas especulaciones.
En lugar de eso, el realizador traza el retrato de un personaje complejo, con una personalidad influida por su dominante madre, que impide que aflore su sexualidad, y potencia cierta tendencia hacia la egolatría. Por otro lado, también quedó profundamente marcado en los inicios de su carrera por unos atentados anarquistas. Todo ello determinará la mirada de Hoover sobre el mundo que le rodea y su peculiar forma de actuación. Pese a que no se le pueden restar méritos a la hora de convertir el FBI en lo que es hoy, no se puede evitar dejar de pensar en el FBI como un "Gran Hermano", y al mismo tiempo, contagiado de la paranoia de su creador, con unas maniobras que Eastwood deliberada y sutilmente alinea con las leyes promulgadas a raíz de los atentados del 11-S.
Parece que la intención de Eastwood es mostrarnos que cuando un país tiene miedo o se siente amenazado, aparecen tipos como Hoover. A pocos se les escapa, cierto paralelismo en el arranque del film con la situación actual.
Quizás Eastwood se centra excesivamente en el personaje de Hoover (dejando de lado personajes interesantes como su colaborador Clyde Tolson o su secretaria interpretada por Naomi Watts), destacando además su reprimida orientación sexual. De todas formas no hay que olvidarse que todo el film está contado desde el punto de vista de su protagonista, el cual, hace balance tratando de justificar sus acciones ante la historia o ante él mismo. Y es el espectador el que debería juzgarle, no el realizador.
Técnicamente la película es impecable, con una excelente fotografía, una buena recreación de los escenarios de la época y un buen trabajo de maquillaje mostrando el progresivo envejecimiento de un entregado DiCaprio. La propuesta de Eastwood es muy inteligente, y no se puede negar que el film tiene una calidad superior a la media. Pero a Eastwood se le sigue dando mucho mejor el retrato de los perdedores.