Con un inicio bastante dramático: la necesidad que tienen los familiares directos de un niño gravemente enfermo de dinero para que pueda viajar a Australia y recibir un tratamiento que podría salvarle la vida, el director británico Sam Garbaski construye un film que podría ilustrar el dicho de "situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas".

Ante la escasez de recursos, la única que parece tener las ideas claras es la abuela del niño (interpretada por Marianne Faithful), la cual ante la necesidad de conseguir dinero rápidamente no encontrará otra alternativa (descartando el tráfico de drogas o robar bancos) más que trabajar en un sex-shop como pajillera. Es decir, los hombres introducen su miembro por un agujero, y ella les hace el trabajo manual sin que se vean las caras.

El film que podría dar para mucho, si se ataca por la situacion social y económica de una sociedad mayoritariamente en el umbral de la pobreza, o por el dilema moral de hacer algo reprobable por una buena causa, o por un sistema que aparta y margina a los de mayor edad, etc.

Todo ello lo encarrila por la via rápida Sam Garbaski al evitar que el film discurra por los caminos del melodrama social (tipo Ken Loach) y acercarse más a la estética "Full Monty" que a los aspectos más sórdidos de su "profesión", descargando la tensión dramática con una caída hacia el lado gracioso, contrastando la moral provinciana tanto de sus vecinas como de su própio hijo obviando los motivos que le llevan al sex-shop.

No hay duda que se trata de un film pequeño, con voluntad de ser pequeño, pero en su sencillez radica su fuerza, y también en la meritoria interpretación de Marianne Faithful, quien compone un personaje totalmente creible, humano y cercano a la vez.