Film dirigido por Seth Gordon (prácticamente debutante en un film de ficción), en el que nos presenta a una pareja que se podría catalogar como del siglo XXI: Brad (Vince Vaughn) y Kate (Reese Witerspoon) son una pareja que, contra a lo que suele suceder, están bien compenetrados, disfrutan de su tiempo libre haciendo cosas juntos. De alguna forma han encontrado un espacio común en el que ambos son felices, alejados de los convencionalismos como casarse, tener hijos, visitar a la familia en Navidad. Pero un contratiempo va a dejar en entredicho ese mundo creado por ambos.

Y es aquí, tras la presentación de una joven pareja “moderna”, donde empieza el film de verdad. Ambos tendrán una Navidad maratoniana, viéndose obligados a visitar a sus respectivas familias que para mayor inri están divididas en 4, puesto que sus respectivos padres están separados. Sin embargo, lo que promete un “carrousel” de situaciones rocambolescas, como una especie de castigo divino por no haber querido pasar las navidades con ellos, en realidad, poco a poco se va “domesticando”, hacia los terrenos del convencionalismo más típico y también más conservador.

Las dos primeras visitas ponen de manifiesto, que pese a su buena sintonía, en realidad Brad y Kate apenas saben nada el uno del otro. Sin llegar a mentirse, se han dejado muchas cosas en el tintero que sus visitas han sacado a relucir. Pero por otro lado, la visita al padre de él (interpretado por un siempre magnífico Robert Duvall y muy bien secundado por Jon Favreau) y a la madre de ella (Mary Steenburgen), con todo lo de paródico que tienen (él un redneck quisquilloso y ella una ferviente religiosa con ciertas connotaciones sexuales), plantan la semilla de la discordia entre la pareja protagonista, pero no tanto por el hecho de las cosas que se han ocultado mutuamente, sino por otro aspecto mucho más convencional.

La crisis sentimental tiene mucho más que ver con la forma de vida que han llevado hasta ahora, creciendo el deseo en Kate de formar una verdadera familia, algo sobre lo que estaba en contra al principio del film, pero que ahora lo ve como una necesidad: casarse, tener hijos, etc. Es decir, el realizador pese a que aparentemente trata de presentarnos el film como “diferente” (una especie de comedia alocada que va más allá de la saga de “Los padres de él”) y la aparente modernidad de la pareja se va diluyendo minuto a minuto.

Pese algún que otro buen gag, y a una buena elección de secundarios (también aparecen Sissy Spacek y Jon Voigt), el film deriva hacia el mayor de los convencionalismos, que tiene en la familia el pilar más sagrado, sobre el que todos deberíamos girar y nunca alejarnos. De esta forma, la segunda parte del film, resulta típica y tópica, rebajando considerablemente el humor con que el realizador nos había obsequiado durante la primera mitad.