Muchos directivos y productores de cine piensan que si se juntan en una misma película dos actores taquilleros, el éxito está asegurado. Sin embargo, esta película es la constatación que esto no siempre es cierto. No basta con tener dos actores de renombre, es necesario además que la historia que cuenten sea lo suficientemente convincente como para que agrade al público.

Gore Verbinsky, recarga demasiado esta historia de un pobre diablo (interpretado por Brad Pitt) que al meterse en algunos asuntos sucios, tiene que ir a México para conseguir una pistola que tiene una historia maldita. Estos líos afectan a su relación con su novia, Samantha (Julia Roberts), la cual también se verá afectada en la carrera por hacerse con tan extraña arma. Verbinsky aplica una estética que en algunos pasajes recuerda a la obra de Robert Rodríguez con los maríachis, pero complicando innecesariamente la historia para alargar el metraje hasta las dos horas, lo que en realidad perjudica la película, ya que la historia que nos cuenta en realidad es bien corta.

Por otro lado tanto Pitt como Roberts parecen limitarse a cumplir el expediente demostrando muy poca química en los escasos planos que comparten, y una cierta desgana en sus aventuras paralelas. El mejor del film es sin duda James Gandolfini, interpretando a un peculiar asesino a sueldo. Lo demás, apenas da para pasar el rato.