Sólo a un inglés se le ocurriría hacer un film en clave cómica sobre el terrorismo islamista. El británico Christopher Morris, nos ofrece la historia de unos islamistas radicales afincados en Londres y sus planes para inmolarse. La secuencia inicial en la que está haciendo el video reivindicativo es toda una declaración de principios y un avance sobre lo que vamos a ver. Sabiendo lo sensibles que suelen ser los islamistas cuando les tocan lo más sagrado, el film de Morris es sin duda una apuesta arriesgada.
Apuesta de la que Morris consigue salir airoso a base de situar a sus cuatro "pringados" en situaciones de lo más absurdas. Y es que el film roza el surrealismo, con diálogos delirantes acerca de planificación de atentados, justificación de objetivos (que van desde una mezquita a una farmacia, pasando por...internet!!) y la inmolación como conversación familiar normal y corriente. Al rebajar de esta forma unos temas tan delicados, y de mucha sensibilidad en el mundo occidental, el realizador consigue que no nos tomemos para nada en serio su propuesta, que de hecho era uno de sus objetivos.
Y es que difícilmente se puede encontrar una célula islamista más tronada que la formada por Omar (Riz Ahmed), que vive entre la ortodoxia de su hermano y el deseo de hacer algo grande, el simple de su hermano Waj (Kayvan Novak), el extremista Barry (Nigel Lindsay) y Hassan (Arsher Alí), más preocupado en el rap que en la inmolación. De este peculiar grupo, destaca Barry, quien se erige como el más extremista de todo, lo que tamizado en esta historia significa que sus ideas son las más absurdas de todo el grupo. Frente a él, Omar aporta cierta "cordura", aunque su deseo de cometer atentados es firme. Y el resto apenas pasan de payasos simpáticos.
Con todo esto, Morris transmite un mensaje que habla de lo absurdo y esteril que son ciertas posturas extremas y por extensión, de la inutilidad de acciones contundentes, provocadas por las ideas de tipos medio locos y lo peor es que incluso ellos tienen seguidores. No se trata de un film de carcajada fácil, pero sus diálogos y argumentarios son delirantes, lo que ayuda a que el espectador vea lo absurdo que hay tras esa máscara cómica y que trata de temas muy serios.
Quizás uno de los peros que se le puede poner a este film (al margen de la falta de pretensiones y la voluntad de ser una película pequeña) es que, después de todo, se trata de la mirada de un occidental intentando parodiar y llevar al extremo unas ideas orientales que no entiende, y, desde luego, no comparte. Desde nuestro punto de vista, que un tipo se ponga un chaleco de dinamita y sea capaz de apretar el botón para llevarse por delante a todo el que se le ponga delante es algo incomprensible, aunque precisamente por eso es más sencillo mostrar el sinsentido que ello supone. Aunque sea en clave cómica, y no se tome en serio cosas muy serias el film merece la pena verse.