El director argentino Hernan Gaffet hace honor a su nacionalidad y nos ofrece una película sencilla pero tierna, que gira alrededor de unos personajes muy reales, pero al mismo tiempo cercanos que se reúnen en un bar llamado Garllington, propiedad de un tipo llamado “Duque”.

Todos ellos son maduros solteros con una cierta fijación por el sexo opuesto, y junto con las cervezas comparten historias, amores, desamores, etc. El universo de Gaffet está lleno de seres solitarios que buscan alguien con quien compartir sus alegrías y sus penas. Despojado de moralina, el director contempla a sus personajes con cariño como van desarrollando sus vidas, sencillas, normales. Esa es precisamente la fuerza de la película, la grandeza de la sencillez.

Sin artificios, pero con la fuerza de los personajes, sus miradas, el film se hace cada vez más entrañable a medida que avanza. No será precisamente el film del año, pero desde luego el director consigue contarnos una historia cara a cara, de manera que sentimos a sus personajes como si fueran vecinos o conocidos nuestros y eso sin jugar a los estereotipos, sino mostrándolos tal y como son.