David Trueba aprovecha una anécdota real ocurrida en los últimos años del franquismo, nos cuenta la historia de Antonio (Javier Cámara), un profesor de inglés que quiere aprovechar que los Beatles están rodando en Almería para pedir que en los discos consten las letras de las canciones ya que es el método que utiliza para enseñar inglés a sus alumnos. Por el camino se encuentra con Belén (Natalia de Molina) una joven adolescente huida de lugar de acogida y a Juanjo (Francesc Colomer) que huye de su autoritario padre (interpretado por Jorge Sanz), con quienes compartirá un trozo del camino, y una parte de sus vidas.


Trueba con una sencillez expositiva y sin echar mano de grandes manipulaciones afectivas, sabe llegar al espectador con esta historia que en su primera mitad tiene trazos de "road movie" pero que en su totalidad está impregnada de costumbrismo. Una de las grandes bazas de este film es precisamente la ambientación de una España que pese a las fechas en transcurren los hechos parecía estar más cerca del siglo XIX que del XXI. Es sobre todo en la segunda mitad del film, donde el film acaba ganando enteros, cuando los personajes llegan a una pensión donde parece que la civilización no ha conseguido llegar aún, y en la que encuentran al propietario de un bar que parece ser también acabó allí por casualidad (interpretado por Ramón Fontseré). De esta forma, el esperado encuentro con John Lennon, que tiene lugar fuera de cámara, no pasa de ser una anécdota, o mejor, una excusa gracias a la cual, Trueba retrata personas corrientes, tan reales como la vida misma. No se puede negar, que hay algo de truco en el hecho de escoger personajes-tipo como un profesor, con una mayor amplitud de miras, una joven futura madre soltera, con lo que eso representaba en aquéllos tiempos y un joven aspirante a rebelde inconformista, víctima de la intransigencia de su padre.

Otro de los aciertos del realizador tiene que ver con el casting y la dirección de actores, dando vida a unos personajes que parecen deambular solos, y que en un momento concreto y casual acaban coincidiendo para después seguir cada uno con sus vidas, después de compartir unos breves momentos. Javier Cámara está sensacional, muy creíble en el retrato de un personaje optimista, idealista y que fruto de eso mismo no puede evitar darse con la realidad más a menudo de lo que piensa. Junto a él y por encima de Francesc Colomer, destaca Natalia de Molina, una actriz que seguramente dará mucho que hablar en el futuro. Si tiene suerte con los papeles. Gracias a la buena compenetración de los protagonistas, Trueba consigue excelente momentos llenos de lírica, reforzado por la excelente música de Pat Metheny, con la que evita realizar una banda sonora de temas de los Beatles que quizás hubiera desviado el foco de lo que realmente quería contarnos.

El tiempo dirá si este film de Trueba acaba haciéndose un hueco en la filmografía española, al margen de los aciertos mencionados, no le faltan tampoco defectos: el personaje de Bruno es prácticamente innecesario, los personajes más negativos están excesivamente estereotipados, se echa de menos algo más de profundidad y quizás le falta algo más de mordiente. Si lo que pretendía es ser el retrato de una época, los resultados no son del todo satisfactorios, aunque gracias a sus personajes y sus diálogos, el balance resulta positivo y es innegable que se trata de una de esas películas que de alguna forma consigue dejar huella.