Después de varias décadas ofreciendo grandes obras, uno de los principales géneros del cine, el western, llegó a los 60 totalmente exhausto y en plena revisión general, tanto temática como formalmente. Es entonces cuando empieza el llamado "western crepuscular", que es una forma como cualquier otra de decir que el género estaba llegando a su final.

Aunque lo cierto es que murió matando (y nunca mejor dicho). Curiosamente, fue un director italiano, Sergio Leone, quien, a la hora de buscar inspiración para su nueva película, en lugar de mirar a occidente, se fijó en oriente, en una película de samurais del gran Akira Kurosawa, "Yojimbo", para realizar un western que iba cambiar muchas cosas en el género.

Frente a los cowboys honrados, justos y bien vestidos, cuyas acciones suelen ser leales, Leone nos pinta todo lo contrario: un tipo mal afeitado, inexpresivo, sucio, cínico, amoral, de lentos movimientos excepto cuando tiene un revólver en las manos, cuyas acciones están determinadas por el dinero. Fue Clint Eastwood, por entonces un joven actor, cuya carrera estaba en un punto muerto, quien dio cuerpo a este "anti-héroe", que llega, como por casualidad a un pueblo dominado por dos familias enfrentadas de quienes tratará de sacar el máximo beneficio (destacar la excelente interpretación de Gian Maria Volanté).

Con pocos medios, el director italiano muestra tal realismo que incluso se podría hablar de hiperrealismo, sobretodo en lo que se refiere a retratar el pueblo fronterizo donde sucede la acción. También se esfuerza Leone en ser lo más realista posible con las armas de fuego, siendo bastante fiel con las armas que se utilizaban en la época. Curiosamente, toda esta voluntad realista, contrasta con cierta manipulación, e incluso exageración sobretodo en las escenas de los duelos, planificado como si de un ritual se tratara. Un ritual violento y sangriento, cuya mirada mantiene fija sin escatimar nada al espectador, lo que contrastaba con los westerns americanos, en los que se hacía un uso muy selectivo de las elipsis y de los planos fuera de campo.

Leone filma primerísimos planos de los rostros de los contendientes, alargando la escena más de la cuenta, mientras la cámara se centra cada vez más en los ojos, y manteniendo el clímax todo lo posible mientras suena la música del genial Ennio Morricone. De hecho, la banda sonora acaba siendo un personaje más en el film, acompañando y omplementando la acción, de tal forma que es inevitable que nos quede grabada una temporada en la memoria.

Personajes cínicos, sucios e inexpresivos, duelos, tiros, violencia y acción, y todo ello adornado con una pegadiza banda sonora componen el universo del western ideado por Sergio Leone con el que nos amenizó durante los años 60.