Situado en la convulsa Italia de los años 70, el film dirigido por Michele Plácido, adapta una novela de Giancarlo di Cataldo en el que se narran las andanzas de la conocida como “banda de la Magliana”, un violento grupo de delincuentes que consiguieron controlar el crimen organizado en la misma Roma a base de acciones brutales y despiadadas. Las referencias a Scorsese y Coppola no son gratuitas, ya que se nota que Plácido se ha empadado bien los títulos emblemáticos de ambos realizadores aunque se ha tomado su distancia para narrar la historia de forma personal, con un aspecto visual, en el que opta por un “realismo sucio”, en el que la cámara sigue a los protagonistas por las partes más marginales de una Roma que no aparece en las guías de viajes para turistas. Las únicas concesiones que se permite el realizador es la de enmarcar a sus personajes en un contexto real (muy de Coppola) y la selección de la banda sonora (muy de Scorsese).

El realizador no cae en la trampa de presentarnos a los protagonistas como héroes. No hay tanto una exaltación del gangster como si de la amistad Desde el principio queda claro que son criminales muy peligrosos. En realidad, no le dedica demasiado tiempo a la ascensión de la banda y si a su lenta y progresiva caída, deteniéndose en los tres pincipales cabecillas: “el líbano” (Pierfrancesco Favino), el “frío” (Kim Rossi Stuart) y el “dandy” (Claudio Santamaría), cuyo retrato poco tiene que ver con suntuosidad de “El padrino”. Se trata de tipos de la calle, que gracias a sus brutales métodos llegan a lo más alto del mundo criminal, gracias sobretodo a los fuertes lazos de amistad y lealtad que les unen. Una lealtad que el éxito y el tiempo irá resquebrajando.

El film se hace muy interesante desde sus primeras imágenes, con un arranque que recuerda bastante a Tarantino, y un ritmo ágil que consigue mantener durante las dos horas y media de metraje, llenas de sucesos y violencia, sin que llegue a ser cargante en ningún momento. Sus personajes están siempre en movimiento, sirviéndose de las elipsis para ir avanzando el tiempo, sin perderse demasiado en otros asuntos, y sin desviarse de la larga carrera de sus protagonistas. Además va alternando a sus protagonistas como si de una carrera de relevos se tratara, consiguiendo que mantengamos el interés, ya que es fácil perderse en medio de tanta “actividad”.

Quizás el film pretende ser excesivamente ambicioso, abarcando muchas cosas, algunas de las cuales son tan locales que un espectador que no sea italiano seguramente se perderá. Pero es indudable que se trata de un buen film y sobretodo una muestra más de la excelente salud que goza el cine italiano, del que deberían tomar nota algunos más preocupados de la piratería que de ofrecernos verdaderos productos de calidad.