Con aire de cine independiente o incluso de semidocumental, el realizador, Jonathan Demme, persigue a sus personajes cámara en mano, y en especial a la protagonista, que no será Rachel, la novia, sino su hermana Kym (Anne Hathaway), quien sale de un centro de rehabilitación precisamente para asistir a la boda de su hermana. Es a través del recorrido de Kym durante la celebración de los ensayos de boda y la propia boda que vamos conociendo más detalles en general tanto de la propia Kym como de la gente que le rodea, sus tensas relaciones con su familia, sus problemas con las drogas, etc, hasta que vamos llegando al verdadero fondo de la cuestión.

En realidad, la forma que tiene Demme de contar el film se asemeja bastante al estilo Dogma 95, estilo que tuvo su origen en los años 90 en Europa del Norte y cuyo film fundacional, precisamente (o no) también trataba de una boda. Demme busca sobretodo interiorizar a los personajes, a través de sus reacciónes y sus diálogos, aparentemente casuales, cotidianos, pero que nos van ampliando información sobre los diferentes personajes que intervienen. Pero quizás, el director no se ha atrevido a profundizar excesivamente, limitándose a sacar a relucir una série de conflictos familiares sin llegar excesivamente al fondo. Sin llegar a ser un excelente film, si que contiene aspectos interesantes, sobretodo en lo que se refiere al retrato de las relaciones familiares.

Las diferentes celebraciones a que asistimos a lo largo del metraje son vistas con excesiva distancia y al contemplarse sin ningún tipo de actitud crítica o de alguna clase, acaban siendo pasajes un tanto anodinos, incluso aburridos en ocasiones. Otro reproche que se le puede hacer al film es que pese a las tensiones que vamos intuyendo a lo largo del film, éstas apenas de desarrollan, limitándose a insinuarlas, pero sin llegar realmente al fondo.

A poco que profundicemos en el film, veremos que bajo todo ese ejercicio estilístico, en realidad tenemos los mismos convencionalismos de siempre, quizás por eso, no nos cuesta demasiado intuir lo que pasa pese a que no nos expliquen directamente nada. Aún así no se puede negar que el film tiene pasajes bastante acertados.

En algunos momentos, la película rezuma melancolía y se mantiene cierta sensación de angustía latente, insinuando que lo que no nos cuentan es más importante que lo que nos cuentan. La interpretación de Hathaway es meritoria, aunque un tanto errática en ocasiones, y está muy bien secundada por Debra Winger, Rosemarie Dewitt y Bill Irwin. Quizás se trata de un film un tanto irregular que alterna muy buenos momentos, en los que el director realmente consigue expresar emociones de forma muy natural, con otros en los que parece simplemente deambular moviéndose en círculos sin ser capaz de entrar en. A pesar de todo, las dos horas de película merecen la pena, sobretodo para los que busquen algo diferente.