Cada vez resulta más habitual ver a directores españoles a cargo de producciones internacionales de presupuestos moderados y con estrellas reconocibles entre el reparto. Lo que sí que resulta extraño es ver a una realizadora tan personal como Isabel Coixet, al frente de una producción que desde luego se puede considerar como de “encargo”.

Basado en una conocida novela de Philip Roth, “el animal moribundo”, el film se centra en David Kepesh (Ben Kingsley), un maduro profesor, cuyo entretenimiento (cuando no es crítico literario, muestra fotografías, pinturas o toca el piano) es seducir jóvenes alumnas, una vez terminadas sus clases. Una de estas alumnas será la cubana Consuela Castillo (Penélope Cruz), cuya relación le llevará a terrenos no deseados por él.

El film está centrado en al figura de Kepesh (un inmenso, como siempre, Kingsley), todo lo que acontece gira a su alrededor, tanto su relación con la joven alumna, como sus esporádicos encuentros con Carolyn (Patricia Clarkson) y su amigo George (Dennis Hooper). De hecho, la voz en off de Kepesh nos acompaña a lo largo del relato.

Coixet nos presenta a un hombre inteligente, que busca en sus alumnas su particular pócima de la eterna juventud, pero intentado evitar siempre un compromiso mayor. De hecho, no sólo lo hace con sus alumnas sino con todos los que le rodean. Sin embargo, la relación con Consuela le llevará a sentir sensaciones que tenía apartadas, como los celos y la posesión. Sentimientos que para él son ataduras a una relalidad que intenta negar en todo momento

De alguna forma, el film es la historia de un hombre que pese a lo que predica, tiene miedo a envejecer, a morir, por ello intenta evitar y huir de esa sensación, pese a que cada vez le rodea con más fuerza. Es esa constatación la que le llevará a evolucionar a lo largo del film de una persona fría, a alguien capaz de comprometerse, aunque dicha evolución es vista como algo dolorosa.

Si bien el retrato de Kepesh es perfecto y completo al mismo tiempo, no ocurre lo mismo con el resto del reparto, con una Penélope Cruz que parece más bien un objeto decorativo, a pesar de los intentos de la directora y del guión por darle “cancha”, mientras que los otros personajes cercanos a Kepesh, su amigo George, su otra amante Carolyn o su propio hijo, están un tanto desdibujados, y sus escasas apariciones están totalmente subordinadas al protagonista absoluto de la historia.

Coixet filma con profesionalidad, pero al mismo tiempo apenas reconocemos aspectos diferenciadores de su propio cine quizás excesivament encorsetada en un proyecto que demuestra claramente que no es suyo y que tampoco hace un gran esfuerzo por llevarlo a su terreno. Todo ello hace que la realización sea un tanto fría, excesivamente contenida y por momentos rutinaria.