No hemos salido todavía de la pandemia de la COVID 10 y ya empiezan a llegar testimonios fílmicos de aquellos meses de horror en la primera mitad de 2020.
Y si son tan buenos como Help, bienvenidos sean, por doloroso que sea el visionado.
La película de Marc Munden es difícil de ver. Muy difícil. Y lo es porque nos recuerda demasiado al horror de la pandemia, especialmente en las residencias, cuando la muerte campaba a sus anchas y había que mirarla de frente, se quisiera o no. Hay escenas que encogen el corazón, como toda la final, que es apabullante y casi imposible de aguantar con la mirada fija. Un momento sencillamente espectacular, gracias también a la excelencia de Jodie Comer (atención a su primer plano en el coche, rompiendo la cuarta pared) y Stephen Graham (absolutamente encantador, dulce y con esa capacidad de emoción; ver cuando grita contra el cristal). Help es un testimonio necesario y maravillosamente construido sobre algunos de los días más negros del mundo en los últimos tiempos.
Además, es explícitamente política. Casi como si fuera Ken Loach, Munden no se corta en señalar a los culpables y posicionarse, y por supuesto está en su derecho. Esa denuncia dota si cabe de más fuerza todavía a la propuesta.
Una maravilla, aterradora y terrible, pero inolvidable y soberbia.

Lo mejor: Comer, Graham y lo impactante que resulta. Impresionante.
Lo peor: Habrá quien diga que es demasiado explícita en su crítica política.