Yorgos Lanthimos es un director curioso, como ya demostró en Langosta, su anterior película, también protagonizada por Colin Farrell.
El griego es un poco el paladín del nuevo "gafapastismo" cinematográfico. Su cine es todo silencios, miradas, escasas palabras, música clásica y surrealismo argumental por doquier. Por tanto, es un plato de no muy buen gusto para todos los espectadores. No obstante, El sacrificio de un ciervo sagrado es bastante mejor y más entretenida que Langosta. Tiene su misterio, y aunque el tema de la maldición pueda sonar raro (raro porque la película no es la clásica cinta de terror, porque películas con maldiciones demoniacas hemos visto a puñados), lo cierto es que todo da bastante mal rollo y tiene una atmósfera muy malsana, con las distintas fases de la maldición que van sufriendo los hijos de unos fabulosos Nicole Kidman y Colin Farrell.
El problema es que es demasiado espesa, demasiado larga, demasiado lenta en algunos momentos, y es cierto que la excusa argumental, por la forma estética de la película, puede resultar poco creíble para algunos espectadores, pero con todo es una cinta notable.

Lo mejor: Da mal rollito, y es de lo que se trataba. Farrell y Kidman están estupendos.
Lo peor: Pretenciosa lo es, y bastante, y le sobra fácilmente media hora.