En Brokeback Mountain, donde teníamos a dos personajes masculinos que se amaban y que, por la homofobia que los rodeaba, no podían vivir su amor con libertad y tomaban decisiones que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad no se atrevería a juzgar, aunque no estuviera de acuerdo con ellas.
Más o menos lo mismo encontramos en El último suspiro, una infravalorada película de Léa Pool sobre homosexualidad femenina. O, mejor dicho, sobre el amor sin más, puesto que lo que tenemos aquí no son realmente dos lesbianas (Paulie lo explica muy bien en su conversación con Mary), sino dos personas que se han enamorado, independientemente de su sexo.
Extraordinario trabajo de Piper Perabo, que transpira dolor en cada palabra a partir de que la relación entre Paulie y Tori cambia, y también de una Jessica Paré que refleja perfectamente también lo complejo de su personaje. ¿Es Tori una cobarde? ¿Está Paulie desequilibrada? Puede, pero como decíamos antes, sus decisiones no se pueden o no se deberían juzgar, por sus circunstancias personales. Y ahí está el verdadero valor de esta valiente película: nunca juzga a sus protagonistas. No juzga ni sus sentimientos ni la manera de vivirlos (faltaría más... sin duda es una película que deberían ver todos los que se sientan miembros del colectivo LGTB, y los que no lo son también, para reforzar el imprescindible vínculo de normalización, respeto y tolerancia hacia los sentimientos de los demás), pero tampoco sus decisiones.
Un gran drama que no es perfecto (se vuelve un poco culebronesca al final y los diálogos a veces necesitan una revisión), pero que emociona y que dice suficientes cosas interesantes como para reivindicarla y recomendarla. Muchísimo.

Lo mejor: Su valentía y su verdad
Lo peor: Le falta un paso para ser magnífica, que es más cuidado en los diálogos