Por dónde empezar por El caballero de la Navidad...
Sí, vale, no engaña a nadie. Ningún espectador podrá decir que la vio pensando que iba a ser otra cosa que lo que es. Simple y llanamente, es un entretenimiento navideño, una comedia romántica que mezcla fantasía y Navidad. Nada del otro mundo, nada que no hayamos visto antes, pero cumple con su propósito y, repetimos, da lo que promete sin vender la moto. No hay que pedir peras al olmo.
Entonces, ¿por qué tiene un suspenso en esta crítica?
Pues porque, dentro de su absoluta simplicidad, no resulta creíble ni a tiros. Partiendo más o menos de la misma base, el viaje al futuro de un personaje medieval, Los visitantes era infinitamente más realista en su descripción de los avatares de Godofredo y Delcojón en la Francia de los años 90 de lo que esta película es con Sir Cole (por cierto, ¿quién se llamaba Cole en la Inglaterra de la Edad Media? Colin, si acaso...) en el siglo XXI. Apenas se nota que ha venido de un tiempo diametralmente opuesto al que vivimos. Se adapta perfectamente, y sus equivocaciones van más por el lado tierno que por el divertido de los choques culturales (no obstante, hay algunos chistes acertados, como su manera de dirigirse a la camarera del diner donde cena con Brooke), no se asusta, no se turba por nada de lo que ve y no comprende. Por tanto, se puede decir que, aunque no sea en absoluto aberrante, tampoco se la puede aprobar siquiera porque, pese a ser simpática, no se preocupa siquiera por resultar un poquito creíble dentro de la fantasía.
Con todo, hay que destacar las ganas que le pone Josh Whitehouse al personaje y lo simpático que está, mientras Vanessa Hudgens sonríe todo el rato y poco más.

Lo mejor: Da lo que promete, y Josh Whitehouse está muy bien.
Lo peor: Cero credibilidad.