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Voto de Sibila de Delfos:
8
Drama. Comedia Principios del siglo XVIII. Inglaterra está en guerra contra Francia. Una reina debilitada, Anne (Olivia Colman), ocupa el trono, mientras que su amiga Lady Sarah (Rachel Weisz) gobierna en la práctica el país en su lugar, debido al precario estado de salud y al carácter inestable de la monarca. Cuando una nueva sirvienta, Abigail (Emma Stone), aparece en palacio, su encanto seduce a Sarah. Esta ayuda a Abigail, la cual ve una ... [+]
26 de enero de 2019
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha dicho hasta la saciedad que La Favorita es la película más asequible y más comercial de Yorgos Lanthimos. Y es cierto. De alguien que ha firmado rarezas a tutiplén, tanto en su periodo heleno en su país de origen como en su periplo hollywoodiense, algo como esta película se puede considerar de lo más "normal". Vaya, que Langosta o El sacrificio de un ciervo sagrado eran más raras que un perro verde, y el La favorita por lo menos existe una estructura narrativa más o menos convencional.
Sin embargo, adjetivos como "normal" (de nuevo, entre comillas) o "convencional" deberían no tratarse a la ligera al hablar de una película como La favorita, porque la nueva película del realizador griego es de todo menos normal y convencional. De hecho, es difícil incluso decidir si es una obra maestra o una aberración. Es de esas cintas que requieren de tiempo para apreciarla, porque cualquier reacción en caliente va a ser injusta, sea ésta buena o mala.
Independientemente de que sea más o menos correcta desde un punto de vista histórico (por lo que parece, se desvía de la historia real en bastantes aspectos, especialmente los más personales de la vida privada de los personajes), la precisión le importa bien poco a Lanthimos. De hecho, un aviso para navegantes: La favorita no es una película histórica. Lo que interesa al director es el retrato grotesco y despiadado de una aristocracia inglesa absolutamente decadente, afrancesada y ridícula, entregada a todo tipo de placeres (sexo, comilonas, alcohol, carreras de patos, fasto en general) en una torre de cristal absolutamente alejada de la realidad de un país en guerra, como era aquella Inglaterra de principios de siglo XVIII. Dejando de lado cosas que resultan un tanto extrañas o incluso anacrónicas (el baile entre Sarah y un hombre en la fiesta, la profusión de expresiones malsonantes y sexuales en boca de personas aparentemente bien educadas y distinguidas que, sinceramente, dudo mucho que realmente se expresaran así en presencia de extraños), no cabe duda de que el efecto que causa es el deseado por Lanthimos: esa sociedad provoca en el espectador la misma sensación en el espectador, casi de incomodidad, de cierto asco e incomodidad, incluso, de escándalo y estupor ante las ocurrencias de tan esperpéntico grupo de damas y caballeros, pero a la vez resulta fascinante zambullirse en sus miserias. Como ver un tren descarrilar. Terrible, pero imposible apartar la mirada. El personaje de Nicholas Hoult, que está brillante, es quien mejor ejemplifica esa extraña fascinación.
Y por supuesto, el foco de Lanthimos está en tres mujeres, la reina Anne, Sarah y y Abigail, y el juego de poder y sexo que se establece entre ellas, con las dos últimas compitiendo ferozmente por el afecto y el favor de la primera. Es en esas escenas que comparten las tres, o que al menos las implican a las tres, donde están los mejores momentos de la extraña cinta de Lanthimos, a ratos dramática y a ratos francamente divertida (atención a muchas de las frases de Sarah o a la respuesta de Abigail cuando su futuro esposo se presenta en su habitación y dice ser "un caballero"). Son momentos, además, donde sale a relucir el estilo tan peculiar que tiene Lanthimos de hacer cine, con su cámara lenta (marca indie donde las haya), sus planos eternos de caras en primer plano y la enorme importancia de la música para marcar emociones y subrayar momentos (increíble cómo en muchos momentos unas pocas notas hacen aumentar la tensión hasta límites casi insoportables para el espectador), y sin duda son las escenas mejor escritas y que más van a perdurar en la memoria del espectador. Y sobre todo, lo que va a pasar a la historia es la lección magistral de interpretación que ofrecen las tres superdotadas que el director de Canino ha escogido para interpretar a estas tres terribles mujeres.
Olivia Colman ha tenido mala suerte, la verdad. En cualquier otro año donde no estuviera Glenn Close para cobrar su eterna deuda con los premios de la Academia, el Oscar hubiera sido suyo sin discusión y casi sin necesidad de nominar a nadie más. Lo que hace con el personaje de la reina es de antología. Anne es infantil, volátil, bipolar, caprichosa, apasionada, fiera y poco o nada interesada por los asuntos de gobierno, pero lo que podría haberse convertido en una caricatura (los primeros compases de la cinta parecen sugerir que así va a ser) termina siendo en manos de Colman un personaje fabuloso al que la actriz saca un partido sobrenatural. Está arrebatadora en cada mirad,a cada grito, cada lágrima. A su lado, Rachel Weisz sigue dando pasos en su inacabable carrera hacia la excelencia con otro personaje memorable que añadir a su colección, dotando a su Lady Malborough de un carisma y una fuerza difícilmente resistibles. No es difícil comprender por qué tiene a toda una soberana comiendo de su mano, y Weisz se marca un tour de force, especialmente en la última parte de la película, que nos recuerda por qué es una de las mejores actrices del mundo. Sin estridencias, sin mucha presencia mediática, pero lo es, y cuántas darían mucho por una carrera la mitad de buena que la suya. Impecable. Emma Stone, como la tercera pata de este banco, termina de demostrar que lo de Birdman o La La Land desde luego no fue flor de un día, exhibiendo un fabuloso acento inglés y haciendo creíble el cambio de su personaje. Abigail pasa de ser digna de lástima a una víbora retorcida y ambiciosa, como bien la define Sarah, y Stone borda cada inflexión, cada gesto y cada maquinación del personaje.
Difícilmente clasificable, polémica, que a buen seguro va a polarizar audiencias en todo el mundo, pero hecha con unas agallas y un estilo que hay que aplaudir y admirar.

Lo mejor: Colman, Weisz y Stone, uno de los tríos más poderosos que hemos visto en muchos años. Y por supuesto, las agallas que ha tenido Yorgos Lanthimos al rodar esta película.
Lo peor: Incomoda en muchos momentos y sin duda debería haber sido más corta.
Sibila de Delfos
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