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Voto de Sibila de Delfos:
8
Romance. Comedia Inglaterra, finales del siglo XIX. El doctor Joseph Mortimer Granville inventó el primer consolador eléctrico para tratar lo que se conocía como histeria femenina, cuyos síntomas incluían insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, irritabilidad o pérdida de apetito. (FILMAFFINITY)
8 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Audaz película sin duda la de Tanya Wexler.
Siempre es de agradecer que se hagan películas como Hysteria que nos hablen de hechos desconocidos y silenciados por la Historia como es la invención del vibrador y la exploración del orgasmo femenino. Como documento histórico, la cinta de Wexler resulta instructiva y entretenida a partes iguales, arrojando luz sobre hechos que hoy en día nos resultan inconcebibles como el tratamiento y diagnóstico de la supuesta histeria femenina en el siglo XIX y el injusto trato hacia las mujeres. Pero tan atrevido y tabú envoltorio es precisamente eso, un envoltorio para ocultar una comedia romántica de las de toda la vida, pero que no por sabida resulta menos tierna, bonita y simpática. Toda la película rezuma un enorme encanto y diversión.
Por la pantalla aparece un muy divertido Jonathan Pryce que roba protagonismo a Rupert Everett, quien pasa bastante más desapercibido que en otras ocasiones aunque sigue mostrando su carisma y esa personalidad artística suya tan única. Así, las grandes estrellas de la función son un sorprendente, divertido y muy expresivo Hugh Dancy (nada que ver con la sosería que desplegaba en otras producciones) y la siempre absorbente y arrolladora Maggie Gyllenhaal, a la que nada detiene y que aquí además maneja el acento inglés con excelencia. No se le resiste ningún tipo de personaje y aquí vuelve a dar una lección de versatilidad y talento innato.
En definitiva, una película muy digna de ver por lo que enseña y por sus valores cinematográficos.

Lo mejor: La pareja protagonista y la valentía a la hora de retratar tan sensible y tabú tema.
Lo peor: No es ninguna obra maestra.
Sibila de Delfos
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