Gusten o no las películas que produce, no se puede negar que Jerry Bruckheimer es un tío listo. Sabe perfectamente qué es lo que quiere ver el público mayoritario, y lo repite sin pudor: acción, aventura, paisajes sobrecogedores, actores guapos y solventes, humor, algo de drama (poco) e historia de amor. Nunca engaña a nadie. Su cine es el que es, y muy pocas veces no cumple con las expectativas (vamos, a mí personalmente me decepcionó con Piratas del Caribe 2, y obviamente con las de Michael Bay, que no las puedo ni ver, pero lo demás me gusta, más o menos). Así, Prince of Persia parece la hermana melliza de la saga PdC, mezclada con un poquito de La momia y un muchito de Aladdín (¿soy la única a la que le ha recordado?). Pero és no es malo. O al menos para mí no lo es.
Prince of Persia es un entretenimiento de primer orden, que se pasa volando y que proporciona diversión y más emoción de la prevista al espectador. Por supuesto, los efectos especiales lucen increíbles en cine, el diseño de producción y vestuario está cuidadísimo, y la música de Harry Gregson-Williams realza la épica del relato, ampliándola incluso a veces, pero sin comerse nunca a la acción. Entre los actores, Ben Kingsley se lo pasa pipa, en un papel de villano al que le tiene tomada la medida, y Gemma Arterton, a pesar de haber sido escogida por su demoledor físico (como suele ocurrir) salva su muy tópico personaje con solvencia, aunque con menos carisma que otras chicas Bruckheimer, como Keira Knightley, por muy sobrevalorada que esté. De Alfred Molina no opinaré, porque está tan irreconocible que yo lo busqué durante media película sin encontrarlo hasta que me dí cuenta de quién era. así que hablaré de Jake Gyllenhaal. Decir a estas alturas que es una sopresa es algo injusto, porque el chico es de lo mejorcito que tiene el cine americano desde el 2000, pero la verdad es que yo no esperaba que pudiese ser un héroe de acción tan magnífico. al cabo de cinco minutos, ya ha conseguido que te olvides de su rostro excesivamente contemporáneo, y se carga la película a sus anchas espaldas para llevarla con enorme carisma y sentido del humor (por cierto, una tontería: en la era de la depilación masculina, casi que da gusto ver un protagonista tan viril). Mike Newell, mientras tanto, filma sin causar mucho revuelo, porque cuando lo causa, seguramente se debe más a la labor de quien manejase los planos rodados en pantalla verde donde luego colocan la impresionante Alamut.
En fin, una historia para entretenerse, divertirse, y si se es niño, jugar después a ser Dastan y Tamina por los desiertos de Irán.

Lo peor: Es típica, tópica y va de más a menos, para recuperarse después en su adrenalítico tercio final.
Lo mejor: Id al spoiler