Jóvenes ocultos es quizás una de las películas (con E.T., Los Goonies o Cuenta conmigo, entre otras) que mejor representa ese encanto ochentero absolutamente único que todavía hoy atrae a los espectadores y que ha dotado de un aura de culto a estas cintas.
La película es muy divertida, muy original en su momento, al mezclar lo "teen" con vampiros (hasta el punto de que casi es una versión vampírica de Grease y otras películas adolescentes), y sobre todo está impregnada de ese peculiar encanto, mezcla de la inocencia y la fantasía, de lo cutre (en lo formal) con lo profundamente conmovedor en lo espiritual.
Además, fíjense en qué reparto pone Joel Schumacher en pantalla. Desde Kiefer Sutherland (entonces el chico malo oficial del cine; véanlo también en Cuenta conmigo) a un jovencísimo Jason Patric, pasando por Dianne Wiest y los dos Coreys, Haim y Feldman (cuya infancia fue tan traumática, delante y detrás de las cámaras), todos están fantásticos y se prestan sin complejos a la locura vampírica que es el guión.
Una película que no es perfecta, pero sí es una cinta de culto, y la fuente de la que después bebieron series tan populares como Buffy.

Lo mejor: Su encanto ochentero (atención al final, y especialmente la frase final)
Lo peor: Es lo que es. Tampoco hay que buscarle tres pies al gato.