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Voto de Sibila de Delfos:
10
Romance. Drama Una noche, en una discoteca, ves a una chica, te enamoras de manera fulminante y se lo dices. Aunque no te hace mucho caso, pasas con ella el resto de la noche. ¿Qué ocurriría si, al día siguiente, no fuera la chica que parecía ser? Una noche, en una discoteca, se te acerca el típico chico que dice que se ha enamorado de ti. No le haces caso, pero después compruebas que no es el típico plasta, es simpático, encantador y realmente se ha ... [+]
13 de marzo de 2014
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stockholm es una bomba. Una bomba que estalla en el minuto 47 de película sacudiendo al espectador.
Hasta ese momento, la cinta de Rodrigo Sorogoyen ya era un modelo de guión inteligente y lleno de puro encanto, coronado por ese momento de magia en el ascensor, acerca de la seducción y/o enamoramiento de una posible pareja, sustentada en diálogos naturales y cercanos y en una realización de Sorogoyen perfecta para la trama (planos largos, fijos, tomados desde lejos). Pero entonces, Stockholm cambia, y en apenas unos minutos se convierte en algo muy distinto, en esa bomba mencionada antes que sacude a los espectadores. Es ahí donde el guión de Sorogoyen e Isabel Peña alcanza la categoría de absoluto sobresaliente al indagar en un terreno psicológico en el que es imposible juzgar las acciones y palabras de los personajes, porque los dos tienen la culpa de lo que ocurre y a la vez ninguno la tiene. Hay una reflexión que da miedo acerca de los momentos vitales en que se pueden encontrar dos personas, cómo lo que para unos es algo normal para otros puede ser extraordinario y cómo se comporta el ser humano cuando se ve amenazado. Y además lo hace con certeza pero sin pedantería, con sinceridad y dramatismo pero sin superioridad moral. Y eso era tan difícil de conseguir como importante para la credibilidad de la película. Y no sólo lo consigue de sobra, sino que se convierte en una de las experiencias cinematográficas más estimulantes vistas en mucho tiempo.
De los actores sólo se puede lamentar una cosa, y es que Aura Garrido no recibiese el Goya como sí lo hizo Javier Pereira. No se puede entender el trabajo del uno sin el del otro. Ambos son dos caras de la misma moneda, se complementan a la perfección y aportan tantas cosas a la película y a la interpretación del otro que cuesta comprender por qué se premió a él pero no a ella. Está claro que Garrido lo tenía muy difícil entre la simpatía y carisma de Inma Cuesta y el arrollador talento y despegue de Nora Navas y Marian Álvarez, pero no deja de ser injusto que su esfuerzo se quedara sin premio porque la intérprete vista en Crematorio o Imperium está simplemente soberbia. Sin aspavientos, como si no le costara lo más mínimo, clava la atormentada y complejísima psicología de su personaje, con la frialdad y seguridad en sí misma del principio, la dolida decepción que sigue después y por supuesto la juguetona y exasperante (por no decir algo mas fuerte) del tercio final. Frente a ella, Pereira hace algo similar. Consigue que, en apenas hora y veinticinco minutos de película, el espectador ame y odie a su personaje a veces en espacio de unos pocos minutos. Eso sólo lo pueden lograr los grandísimos actores, y él lo es.
No hay que perdérsela. Es una absoluta joya de nuestro cine, y si fuera francesa, italiana, china, sudafricana, argentina o mismamente norteamericana seguro que a todo el mundo le encantaría. Pero se ha hecho aquí, en nuestro país. Congratulémonos y a disfrutarla.

Lo mejor: Todo
Lo peor: ¿Nada? Quizás los primeros minutos en la discoteca, que son los menos interesantes.
Sibila de Delfos
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